El secreto del amor verdadero
Por: Familia Barrios Lara
¿Qué nos enseña esta parashá sobre el significado del verdadero amor?
La parashá de esta semana Jayei Sara –Las vidas de Sara- tiene mucho que enseñarnos acerca del amor verdadero… no del amor al estilo Hollywood, ni tampoco el “fueron felices para siempre”. No necesita noches de pasión, ni es un cuento de hadas… Se trata, más bien, como lo diría Rav Shaul, de un amor paciente, bondadoso, humilde [1 Cor 13:4]. Y que, aunque se ilustra por dos historias de amor de parejas (Abraham y Sara, e Isaac y Ribka); sus enseñanzas son tan poderosas que pueden aplicarse incluso a nuestra relación con nuestros padres o nuestros hijos; y por supuesto a nuestra relación de amor con el Eterno.
La primera idea que queremos anotar es que el amor es una decisión. En la historia de amor entre Isaac y Rebeca, nos cuentan que luego de que el criado presenta a Isaac y a Rebeca: “Isaac llevó a Rebeca a la carpa de Sara, su madre, y la tomó por esposa. Isaac amó a Rebeca” [Gn 24:67]. Y eso controvierte completamente nuestra idea romántica de que las personas se enamoran y luego se casan. Aquí lo que nos muestran es que –entendiendo que es la voluntad de HaShem – Isaac, toma a Rebeca por esposa y después decide amarla.
La decisión es un proceso cerebral en el que, aunque pueden estar implicada la emoción y la intuición (y con ello el enamoramiento y la atracción), las decisiones trascendentales suelen basarse más en un proceso de consecuencias y beneficios (amígdala, corteza prefrontal y cingulada anterior) que no necesariamente involucra los sentimientos. Y, actualmente, gracias a la publicidad y las redes sociales, la palabra amor se ha vuelto desechable –“hoy te amo, mañana no”- y se han creado muchos espejismos del amor como la atracción, la pasión, el enamoramiento, el deseo… que se relacionan más con sensaciones y emociones que con decisiones. Pero ¿Cuál es la diferencia con el amor verdadero?, veamos que nos dice la palabra.
El amor es capaz de esperarlo todo [1 Cor 13: 4-7]. Isaac no fue desesperado a buscar esposa, porque “se estaba quedando solterón”, sino que, espero al retorno del siervo de su padre quien fue a buscarle esposa. Jacob espero siete años para poder casarse con Raquel [Gn 29:20]. Y HaShem espera para que nosotros nos volvamos hacia Él “Más bien, Él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se arrepientan” [2 Pe 3:9].
El amor implica prueba. Y tal vez la prueba más grande es renunciar a nuestro egoísmo, al “yo quiero, yo necesito”; para compartir, para dar, para hacer algo por los otros. Y el amor de Di-s es precisamente la mayor muestra de renuncia “Porque tanto amó Di-s al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna” [Jn 3:16]. Abraham estuvo dispuesto a entregar a su hijo Isaac porque amaba al Eterno y confiaba en Él [Gn 22:12]. Y el hecho de que Rebeca se fuera con el criado también es una muestra del amor que implica renuncia.
A primera vista, podría uno preguntarse ¿Acaso es amor que una jovencita decida marcharse con un extraño, para casarse con otro extraño?, y es que en el mundo actual una historia así sería plenamente cuestionada por cualquiera de nosotros. Pero en esta historia de amor, Ribka conoce al criado en una fuente [Gn 24:17], ese día les cuenta el porqué de su viaje y la forma milagrosa como el Eterno responde su oración [Gn 24:34-49], y a la mañana siguiente cuando el criado le dice que se marcha y que quiere que Ribka se vaya con él, ella dice que sí, sin titubear [Gn 24:58]… Y aunque podría parecer una decisión impulsiva, en verdad lo que nos muestra, es el reflejo de la comunión que Ribka tenía con el Eterno. De la confianza plena en que ella podía renunciar a todo lo que tenía porque sabía que HaShem cuidaría de ella. El amor es una extensión de la fe. Pues se necesita fe en HaShem, para entregar nuestra vida a otro, confiando en que es Di-s quien cuida de nosotros.
El amor no busca lo suyo [1 Cor 13:5]. Aquel que ama busca siempre lo bueno para el otro: “Ella le es fuente de bien, no de mal, todos los días de su vida” [Prov 31:12]. Aunque esto signifique renunciar – incluso – a nuestra propia alegría para hacer feliz al otro. Y no estamos hablando de ser infelices por amor, sino más bien, en entender que la alegría verdadera viene de la comunión con el Eterno y no de lo que hagan otros por nosotros “En cambio, el fruto del Espíritu es amor, alegría…” [Gal 5:22].
Amor se deletrea tiempo. Y aunque en este plano estamos sujetos a días de 24 horas, aquel que ama sabe robarle tiempo al tiempo… pero no se trata solo de estar junto al otro sino de tener tiempo de calidad. Darle la importancia real a lo que es verdaderamente importante. El Eterno en los cielos. Nuestra familia en la tierra. Muchas veces los afanes del mundo nos hacen desplazar lo importante para hacer lo urgente vs importante: «Así que tengan cuidado de su manera de vivir. No vivan como necios, sino como sabios, aprovechando al máximo cada momento oportuno, porque los días son malos [Ef 5:15-16]. Y la verdad es que muchas veces a lo último que le sacamos tiempo es al Eterno. ¿Cómo te sentirías si la persona a la que amas, a duras penas te saluda y te pide favores durante el día?… Pues muchas veces nuestro tiempo con el Eterno se resume a eso, mientras que el busca tiempo de intimidad con nosotros, a solas, mediante la oración, la meditación y estudio de su palabra. Buscar en todo tiempo y en todo momento.
El amor genera necesidad del otro. Necesidad de conocerlo. De pasar tiempo con la otra persona. Y aunque literalmente Di-s no necesita de nosotros: “(Di-s) no se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos, la vida, el aliento y todas las cosas” [Hch 17:25], Él se complace en su relación con nosotros “¿Qué Di-s hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar. [Miqueas 7:18]. En cambio, nosotros sí que necesitamos de él… Buscamos a Di-s porque me nace del corazón hacerlo, pero también porque necesitamos de Él. Pero en esta asimetría, hay algo muy hermoso, y es que pese a que Di-s no nos necesita, se complace no solo en amarnos, sino en responder nuestras oraciones conforme a su voluntad, tal como ocurrió con el siervo que oro para encontrar a Rebeca y HaShem respondió “y me incliné para adorar al Señor. Bendije al Señor, el Di-s de Abraham, que me guio por el camino correcto para llevarle al hijo de mi amo una parienta cercana suya” [Gn 24:48].
El amor puede significar noches sin dormir (para los que somos padres), guardar silencio para evitar una discusión (aunque creamos tener la razón) o incluso cambiar nuestros planes para apoyar a nuestra pareja o a nuestros padres. No alcanza un artículo para expresar todo lo que nos puede enseñar la palabra del Eterno sobre el amor. Pero podríamos decir que el amor, es un sentimiento que puso Di-s en nuestro corazón para hacer algo por otra persona sin esperar nada a cambio. Para obedecer sin preguntar. Para renunciar sin esperar una recompensa. Tal como lo hizo Abraham, cuando busco una sepultura digna para Sara, aunque ella, ya definitivamente no podía darle nada a cambio “Entre ustedes yo soy un extranjero; no obstante, quiero pedirles que me vendan un sepulcro para enterrar a mi esposa” [Gn 23:4]. Y tal como lo hizo HaShem por nosotros al entregar a su hijo Yeshúa para que fuéramos redimidos de nuestro pecado, “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Di-s, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que fuera ofrecido como sacrificio por el perdón de nuestros pecados” [1 Jn 4:10].
¡Shavua tov!
Por familia Barrios Lara
Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.***