
Lucas 2:4-7, es uno de los pasajes bíblicos que describe el nacimiento de Yeshúa; en él se incluyen varios detalles:
“José, descendiente del rey David, subió de Nazaret, ciudad de Galilea, a Judea. Luego, fue a Belén, la ciudad de David, para inscribirse junto con María su esposa. Ella se encontraba encinta y, mientras estaban allí, se le cumplió el tiempo. Así que dio a luz a su hijo primogénito. Lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en la posada” (Lucas 2: 4-7).
Así mismo, uno de los momentos más especiales que podemos experimentar en el transcurso de nuestra vida, es el nacimiento de un hijo o una hija. Este acontecimiento marca de una manera particular nuestro ciclo de vida, ya que, experimentar el nacimiento en otro es como renacer en sí mismo.
Para empezar a compartir esta breve reseña del ciclo de vida, desde mi vivencia de mesianismo en la Comunidad Yovel, he escogido el evento del nacimiento de un hijo. Algunos pensarán que para que haya nacimiento debió de haber pareja primero y antes de la pareja, una ceremonia de casamiento…. así podemos seguir retrospectivamente en el proceso hasta llegar nuevamente al punto de otro nacimiento. Eso es lo bello del proceso del ciclo de vida, que nos enseña que en el nacimiento de cada hijo está la prolongación de nuestra vida misma.
Desde épocas inmemoriales, todo pueblo y fe religiosa ha celebrado esas ocasiones con ceremonias y observancias especiales. El judaísmo desarrolló ritos y ceremonias, reglas y procedimientos para cada etapa del ciclo de vida.
Como comunidad mesiánica, en donde hemos practicado un judaísmo más bíblico que rabínico, procuramos desarrollar nuestra fe conforme a lo escrito en la Palabra y avalado por el Mesías de Israel, Yeshúa, conforme a su manera de vivir y practicar su fe. Solo dentro del contexto en el cual nació el Salvador de la humanidad es que podemos entender los temas relacionados con su concepción y aprender sobre las leyes de pureza familiar, que hoy día son perfectamente aplicables y traen bendición a nuestros hogares tanto en la relación de pareja como en relación con nuestros hijos.
La proximidad del nacimiento de un bebé en la comunidad, es uno de los momentos que compartimos con alegría y nos unimos como gran familia para bendecir la llegada de un nuevo miembro. Se realizan actos sencillos pero llenos de amor, como una lluvia de pañales, donde toda la comunidad participa generosamente con sus ofrendas.
Con mi esposa agradecíamos al Señor el tener que bajar al depósito por los pañales en vez de tener que ir a la farmacia.
Luego del nacimiento, la mamita es cuidada y se respeta el tiempo de intimidad familiar indicado por la Palabra en relación a lo que conocemos como «dieta». Aunque en este tiempo no asiste a la comunidad, puede mantenerse conectada a través del canal de trasmisión en internet.
Cuando nace un varoncito y los papás así lo consideran, puede realizar el rito del «Brit Milá» (circuncisión) a los 8 días de nacido. Luego, cuando el tiempo de la dieta termina, el niño o la niña son presentados formalmente, frente a la comunidad.
En el judaísmo, el camino fijado por los padres para su hijo durante sus primeros días y sus tempranos años, merece la más seria atención y reflexión. Las Escrituras declaran: “Bendito serás en tu llegada” (Deuteronomio 28:6), que se interpreta con el significado adicional “a tu llegada a este mundo” (Baba Metziá 107a).