SI ABRAHAM VIVIERA EN EL SIGLO 21

Por: Carolina Aguirre

Vemos a Abraham como un ejemplo a seguir, pero ¿cómo sería su vida si trasladáramos su historia a la de una persona de nuestra época?

El primer registro que tenemos de Abram se encuentra en el capítulo 11 del libro de Génesis, en donde se nos indica que vivía en la ciudad de Ur, en Mesopotamia, hoy Irak.

Ur era una ciudad-estado, con una ubicación estratégica, junto al río Éufrates que conducía al Golfo Pérsico y contaba con un importante puerto, lo que hizo de esta ciudad un lugar muy importante en su tiempo.

Las ciudades portuarias por lo general son centros económicos muy dinámicos, con un flujo constante de comercio, inversión y oportunidades de empleo, además suelen tener una influencia política y comercial significativa. Si pensamos en las ciudades portuarias más importantes de la actualidad tenemos a Shanghai, Singapur, Roterdam, Hong Kong, Los Ángeles, Dubai, Hamburgo, Amsterdam y Nueva York, entre otras.

Las ciudades portuarias requieren infraestructura avanzada y Ur no era la excepción. La infraestructura y arquitectura de Ur destacaban por su sofisticación, especialmente en la organización urbana, la arquitectura religiosa (zigurats) y los palacios. Los avances en sistemas de agua, drenaje, y planificación urbana muestran que tenían un alto nivel de conocimiento y tecnología para la época, lo que hizo de Ur una de las ciudades más avanzadas y prósperas de la antigua Mesopotamia.

Desde que se menciona a Abraham en el relato bíblico, (en su momento Abram), entendemos que no solo era un hombre que vivía en una ciudad de primer mundo, sino que además gozaba de una situación económica privilegiada. Muchas personas pueden vivir hoy en ciudades de primer mundo, pero vivir como esclavos, haciendo malabares con dos o tres trabajos para lograr escasamente sobrevivir. Sin embargo, de Abram se menciona no solamente que vivía en un lugar privilegiado para la época, sino que además tenía un patrimonio sustancial. Si pensáramos en el día de hoy, perfectamente Abram podría vivir en la Quinta Avenida de Manhattan, en Bel Air o en Silicon Valley y tener su casa de descanso en Mónaco o en Saint Tropez.

Cuando Abram salió de Ur, el relato no dice que Abram no tenía un peso en el bolsillo, ni que salió huyendo de los acreedores, o que salió de su tierra buscando el sueño americano, al contrario, dice que salió con todos sus bienes y con todas las personas que había adquirido. Abram tenía mucho más que casa, carro y beca, tenía muchos bienes y una corte de servicio que lo seguiría toda su vida. En otras palabras, Abram era un hombre bastante prestante. (Génesis 12:5).

La pregunta que ahora surge es: ¿por qué una persona que está en la cúspide de la vida, a sus 75 años de edad y en sus cinco sentidos, decide cerrar sus empresas, vender todas sus posesiones y dejar a toda su familia (bueno, a excepción de su sobrino favorito) para irse de nómada, pero no de nómada digital, sino para irse como un hombre errante por la tierra sin siquiera conocer el destino?.

Sus familiares y amigos fácilmente pudieron sugerirle, con la mayor diplomacia, que antes de irse no estaría de más realizarse unos exámenes generales, sin decirle directamente que creían que comenzaba a tener síntomas de demencia senil. Dicen los doctores que inicia a partir de los 65 años, pero son más habituales a los 85. Sus familiares realmente creyeron que Abram lamentablemente la estaba perdiendo, que estaba teniendo un deterioro cognitivo progresivo y ¿quién podría quedarse con toda la fortuna si se iba a una tierra extranjera?.

La verdad es que en cuestiones religiosas Abram siempre les había parecido un poquito loco, a veces parecía rayado, él no creía en el dios Nanna, o dios de la luna, para el cual se había construido un imponente Zigurat o templo en la ciudad, mucho menos creía en las otras deidades conocidas en la región. De alguna manera el creía en un solo Dios con el cual supuestamente lograba comunicarse, pero nadie sabía cómo, porque además ese Dios era como un amigo imaginario, nadie lo había visto nunca y tampoco Abram tenía ninguna representación física del mismo. Abram era un hombre exitoso y cuerdo, pero en temas de religión ya no era tan interesante a los ojos de los demás.

Además, si el Dios de Abram fuera verdadero y realmente él lograba comunicarse con Él, ¿por qué no le había podido dar tan solo un hijo?, esa podría ser la prueba que aquel Dios no era verdadero, y si lo fuera realmente no era un Dios bueno.

Cuando Abram y Sarai eran más jóvenes, amigos y familiares bien intencionados los habían invitado a dar una ofrenda a la diosa de la fertilidad Ishtar, pero ellos se negaron, dijeron que el Dios de ellos era más poderoso para darles un hijo, pero ahora, a esta edad ya el tema se había archivado, lo cual no quería decir que el tema y sus implicaciones hubiera desaparecido de la mente de los demás. Nunca más se mencionó el tema por el respeto que le tenían.

Pero el punto más importante en la vida de Abram es que realmente él si hablaba con el verdadero Dios, pero ¿cómo lo lograba? ¿cómo un hombre de negocios, con tantos empleados, con tantas obligaciones, atendiendo compromisos sociales y respondiendo tantos emails y mensajes de WhatsApp puede apartar tiempo para detenerse diariamente y comunicarse con el Creador, no sólo para hablarle, sino también para escucharle?.

Esta es la parte más interesante, Abram en el siglo 21 podría estar rodeado de miles de distractores, de partidos televisados de futbol, de noticias de última hora, de novelas, de Netflix, de redes sociales, pero su atención no se centraba en nada de eso, sino en hablar, callar y esperar la respuesta del Creador. Creo que estamos muy familiarizados con hablarle a Dios para pedirle tanto las cosas que necesitamos como las que no necesitamos, pero realmente nos falta detenernos, callarnos y esperar a que Él nos hable a nosotros.

Vivimos en lo que se denomina la guerra por la atención, en donde hay una lucha por captar nuestra atención en un mar de contenido disponible. Creo que ya nos acostumbramos al amarillismo porque la información con titulares llamativos, escandalosos, exagerados o dramáticos es el pan de cada día, y la estrategia de sensacionalismo se acentúa para que nuestro cerebro inconscientemente responda a ello. Un plan de televisión por cable con 200 canales ya no es suficiente, miles de historias de Instagram o Facebook tampoco satisfacen, el cerebro no se sacia y pide más. Lo cual se justifica con que estamos absorbiendo información y supuestamente la información es poder. Las personas dicen, ¿yo adicto al celular? ¡Noooo! Pero ¿podrías guardar todos tus dispositivos electrónicos por una semana? Es cierto, una semana es demasiado, ¿podrías hacer un ayuno de celular de tan solo un día? Siempre habrá una justificación para tener que usarlo, el celular ya se convirtió en una extensión de la mano.

Pero Abram, podía cerrar todo y entrar a la presencia de Adonai, ese fue su gran secreto. Si Abram viviera hoy entre nosotros también lo haría. Él logró entender el gran valor de escuchar la voz de Adonai, lo cual no puede ocurrir si tenemos déficit de atención que ocurre a menudo cuando oramos y nuestros pensamientos comienzan a divagar y al final no nos damos cuenta en que momento nuestra mente se distrajo.

Toda la vida de Abraham dependió de escuchar y obedecer la voz de Adonai, aún si las peticiones de Adonai parecieran muy ilógicas. Salir de Ur fue una de las decisiones más ilógicas en la vida de Abraham, ¿salir de la seguridad y el confort de Ur, una ciudad fortificada con murallas para ir sin un destino definido y luego llegar a una región sin murallas como lo era Canaán? ¿Salir de una zona segura, para llegar a habitar en una región de conflictos entre clanes y tribus? ¿Dejar la casa de ladrillos de barro para luego tener que habitar en tiendas?.

¿Qué mente en sus cinco sentidos lo haría hoy? ¿A qué persona le encantaría de buena gana salir de su propio confort?.

Hubo dos momentos súper ilógicos en los que Adonai le dijo a Abraham: “Lej leja”, lo cual significa: “ve por tu propio bien”. La salida de Ur fue la primera, y la segunda es cuando Adonai le dice a Abraham: “Lej leja el eretz ha Moriah” (Génesis 22:2) En esta ocasión Adonai le dice: “Toma por favor a tu hijo, a tu unigénito, a quien tu amas y ve por ti (lej leja) a la tierra de Moriah y ofrécelo allí en ofrenda encendida en uno de los montes que yo te diré.”

Abraham sin vacilar fue a obedecer la petición que Adonai le hizo. ¿Por qué? Porque él ya estaba habituado a dejarlo todo por causa de Adonai. Al contrario de nosotros, que queremos todo a causa de Adonai. Abraham estaba acostumbrado a morir a sí mismo, a morir a su conveniencia, a morir a sus deseos, a morir a su comodidad, a morir a su más preciado tesoro que era el hijo de su vejez y aún a entregar su propia vida por causa de aquel quien se había convertido en el Todo de su vida.

¿Por qué razón Adonai se atrevió a decirle a Abraham “Lej Leja”, “vete por tu propio bien”? En ninguna de las dos ocasiones en las que Adonai le hizo este pedido parecía ser por el propio bien de Abraham, aunque al final si lo fue. Los pensamientos de Adonai son muy diferentes de los nuestros.
“Mis pensamientos no se parecen en nada a sus pensamientos—dice el Señor—.
    Y mis caminos están muy por encima de lo que pudieran imaginarse.
  Pues así como los cielos están más altos que la tierra,
así mis caminos están más altos que sus caminos
y mis pensamientos, más altos que sus pensamientos.” (Isaías 55:8).

¿Cuántas veces hemos ido por la vida siguiendo nuestros propios deseos y ambiciones? ¿En qué momento podremos detenernos, callar y escuchar la voz de Adonai para que nosotros escuchemos sus peticiones y no que Él escuche las nuestras? Nuestra carne no querrá escuchar las peticiones de Adonai, pero ese pedido de “lej leja”, cualquiera que sea, al final será para nuestro propio bien.

En la actualidad, en occidente, seguir a Yeshua es un cliché, solo representa congregarse ya sea físicamente o virtualmente desde la comodidad de nuestra casa con personas que tienen creencias religiosas similares a las nuestras.

Sin embargo, aún no hemos entendido lo que realmente significa seguir a Yeshua, lo cual requiere estar dispuestos a renunciar a todo lo demás en el mundo y asumir las dificultades y la persecución si fuera necesario.

Me avergüenza comparar mi vida de confort o liviandad espiritual al escuchar los testimonios de los creyentes en iglesias clandestinas en la China, en donde viajan 14 horas para llegar a sentarse en el suelo todo un día para escuchar la Palabra de Dios. Me avergüenza no compartir las noticias de salvación en un país en donde no me darán tres años de prisión y torturas si las autoridades se enteran de lo que hago. Me avergüenza escuchar los testimonios de los creyentes en Irán, la iglesia clandestina que crece con mayor rapidez en el mundo, quienes oran 6 y 7 horas al día y no tienen temor a las torturas, ni a ser ejecutados, sino que al contrario lo consideran un privilegio al participar de los sufrimientos de Yeshua.

Es en los países donde los creyentes se encuentran en persecución que se encuentra el mayor número de los Abraham del siglo 21, ya que no tienen temor a dejar su familia, y a sus posesiones por amor a las noticias de salvación, son ellos quienes no tienen temor a ser perseguidos, ni a entregar su vida por causa de Yeshua, ya que su fe es tan cierta que saben que hay una patria mejor que les espera con los brazos abiertos.

Versículos para reflexionar en Hebreos 11

“Fue por la fe que Abraham obedeció cuando Dios lo llamó para que dejara su tierra y fuera a otra que él le daría por herencia. Se fue sin saber adónde iba.  Incluso cuando llegó a la tierra que Dios le había prometido, vivió allí por fe, pues era como un extranjero que vive en carpas. Abraham esperaba con confianza una ciudad de cimientos eternos, una ciudad diseñada y construida por Dios. Fue por la fe que hasta Sara pudo tener un hijo, a pesar de ser estéril y demasiado anciana. Ella creyó que Dios cumpliría su promesa.  Así que una nación entera provino de este solo hombre, quien estaba casi muerto en cuanto a tener hijos; una nación con tantos habitantes que, como las estrellas de los cielos y la arena de la orilla del mar, es imposible contar.

Todas estas personas murieron aun creyendo lo que Dios les había prometido. Y aunque no recibieron lo prometido, lo vieron desde lejos y lo aceptaron con gusto. Coincidieron en que eran extranjeros y nómadas aquí en este mundo.  Es obvio que quienes se expresan así esperan tener su propio país.  Si hubieran añorado el país del que salieron, bien podrían haber regresado.  Sin embargo, buscaban un lugar mejor, una patria celestial. Por eso, Dios no se avergüenza de ser llamado el Dios de ellos, pues les ha preparado una ciudad.

Fue por la fe que Abraham ofreció a Isaac en sacrificio cuando Dios lo puso a prueba. Abraham, quien había recibido las promesas de Dios, estuvo dispuesto a sacrificar a su único hijo, Isaac, aun cuando Dios le había dicho: «Isaac es el hijo mediante el cual procederán tus descendientes».  Abraham llegó a la conclusión de que, si Isaac moría, Dios tenía el poder para volverlo a la vida; y en cierto sentido, Abraham recibió de vuelta a su hijo de entre los muertos.

Hubo mujeres que recibieron otra vez con vida a sus seres queridos que habían muerto. Sin embargo, otros fueron torturados, porque rechazaron negar a Dios a cambio de la libertad. Ellos pusieron su esperanza en una vida mejor que viene después de la resurrección. Algunos fueron ridiculizados y sus espaldas fueron laceradas con látigos; otros fueron encadenados en prisiones. Algunos murieron apedreados, a otros los cortaron por la mitad con una sierra y a otros los mataron a espada. Algunos anduvieron vestidos con pieles de ovejas y cabras, desposeídos y oprimidos y maltratados. Este mundo no era digno de ellos. Vagaron por desiertos y montañas, se escondieron en cuevas y hoyos de la tierra.

Sin embargo, ninguno de ellos recibió lo que Dios había prometido, aunque fueron aprobados por la fe que tenían; porque Dios, teniéndonos en cuenta a nosotros, había dispuesto algo mejor, para que solamente en unión con nosotros fueran ellos hechos perfectos.”

Shavua Tov

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Carolina Aguirre

Soy comunitaria de Yovel y profesora de Benei Mitzvah.