La Serpiente en el desierto: con el veneno viene la cura

Por Rocío Delvalle Quevedo

El mensaje se repite, de principio a fin El mismo personaje que a rendir se niega Conexiones increíbles que se pueden descubrir Creer siempre es la clave, que en el corazón queda.” vida

En la parashát Jukat, podemos encontrar el suceso de la serpiente de Bronce en el desierto, levantada por Moshé como salida al castigo con serpientes que el ETERNO había enviado contra el pueblo [Números 21:4-9]. Los israelitas iban por el desierto se habían impacientado y comenzaron a hablar contra el Altísimo y contra Moshé, diciendo que los habían hecho subir al desierto para morir, que no había pan ni agua, y que su alma tenía fastidio (detestaba) el “pan ligero” (es decir el maná, según Rashí). Podemos recordar que ya en otras ocasiones los israelitas habían tenido quejas semejantes, pero analicemos algunos aspectos.

Todo el libro de Bamidbar (Números), que traduce desierto o estepa, se desarrolla durante la travesía del pueblo de Israel precisamente en el desierto. Desde que salieron de Egipto y empezaron a recorrer el desierto empezaron a quejarse por el agua y por la carne. Pero estas primeras veces, como nos enseñaba el pastor Raúl hace poco, el Eterno “se las perdonó”, les endulzó el agua con un madero, en otra ocasión les hizo salir agua de la peña, que empezó a acompañarlos por el desierto, les envió el maná del cielo, y hasta carne de codornices [Parashat Beshalaj, Éxodo 15:22-17:7]. Sin embargo, ya en el libro de Bamidbar, a pesar que tenían todo lo que acabo de mencionar, empezaron a llorar por las “penalidades que estaban sufriendo” y ahí sí el ETERNO “no se las perdonó”, envío fuego que empezó a consumir los alrededores, Moshé intercedió y el fuego cesó, antes que murieran todos en el campamento [Parashat Behaalotjá, Números 11:1-3].

Más adelante se antojaron nuevamente de carne, pero esta vez se quejaron diciendo que su alma se secaba porque solo tenían maná. Y vino sobre ellos otro castigo, el ETERNO les envió lo que pidieron, codornices para que comieran carne, pero cuando aún tenían la carne entre los dientes, el Eterno los hirió con una plaga muy grande [Parashat Behaalotja, Números 11:4-35]. No bastándoles con el sustento que el ETERNO les daba en el desierto, les presenta la tierra que les iba a dar por herencia y les permite explorarla previamente. Pero se dejaron llevar por el mal reporte de los espías, y con su boca pronunciaron una sentencia terrible: “¡Ojalá muriéramos en la tierra de Egipto, o en este desierto ojalá muriéramos!”. Y fue precisamente lo que sus propias bocas pronunciaron la terrible consecuencia de este pecado: esa generación que había visto todas las señales y milagros del ETERNO, que había sido sustentada con agua, pan del cielo y carne, que había visto con sus propios ojos la tierra buena que el ETERNO les iba a dar, no le creyeron al Señ-r, desfallecieron pensando que morirían en batalla y por tanto, efectivamente murieron en el desierto antes de entrar a la tierra prometida [Parashat ShlajNúmeros 14:1-35].

No siendo suficiente con lo anterior, Aharón y Miriam murmuraron contra Moshé, así como también Koraj y sus secuaces, se levantaron en contra del sacerdocio de Aharón. Y nuevamente vino castigo: lepra sobre Miriam, muerte sobre los rebeldes con Koraj. El pueblo se quejó por el castigo que se había impuesto a los rebeldes, y comenzó una mortandad entre el pueblo por la cual murieron 14.700 [Parashat Koraj, Números 16:1-17:13]. Todo esto había pasado antes de la parashat Jukat y aún con todo esto, en esta parashá, muere Miriam, el pueblo teme por el agua y se queja. Entonces el ETERNO no castiga al pueblo, sino que otra vez envía agua de la roca, pero esta vez los que salen castigados son Moshé y Aharon, porque no santificaron a Adonai delante de la congregación de Israel, y fueron condenados a no entrar en la tierra prometida, y entonces murió Aharón [Números 20:1-13].

En este punto, llegamos al suceso de la serpiente de bronce. Tenemos presente todo el acumulado que ya llevaba el pueblo de Israel delante del Altísimo en cuanto a quejas y murmuraciones. Ya en este punto no era nuevo que los Israelitas dijeran que habían sido sacados de Egipto para morir en el desierto, o que dijeran que no había pan ni agua. Más hubo en esta ocasión dos elementos que, a mi juicio, fueron los que hicieron la diferencia, que esta fuera “la tapa”, la gota que rebosaría la copa. En primer lugar, menospreciaron abiertamente la forma de sustento milagrosa que Altísimo les había dado, el maná. Dijeron que el maná les fastidiaba a su alma, que lo detestaban. Y aunque la vez de la muerte por las codornices, ya habían hablado mal del maná y que su alma estaba seca (יָבֵשׁ-YabeshStrong H3002), esta vez el término fue mucho más fuerte “detestar” (קוּץ-QutzStrong H6973).

En segundo lugar, esta vez hablaron directamente contra Di-s. Las veces anteriores el texto dice, que la queja había sido directamente contra Moshé y/o Aharón. Y en algunas de estas circunstancias Moshé aclara posteriormente que se habían levantado contra el ETERNO, porque “¿quiénes eran ellos?” y demás [Éxodo 16:717:2Números 16:1120:13]. Pero en esta escena, el texto desde el principio indica “y habló el pueblo contra Di-s y contra Moisés” (וידבר העם באלהים ובמשה) [Números 21:5]. Y entonces el castigo también fue diferente: El ETERNO no les concedió, ni agua, ni comida, como en las veces anteriores. Sino que Adonai envió entre el pueblo serpientes ardientes que mordían al pueblo [Números 21:6]. Podríamos entonces preguntar: ¿Por qué precisamente fue con serpientes que Adonai castigó en esta ocasión? Bueno pues, los invito a que estudiemos un poco sobre las serpientes.

La expresión que se utiliza en Números 21:6 “Serpiente ardiente” corresponde en hebreo a la expresión “HaNajashim HaSerafim” (הנחשים השרפים) compuesta por dos palabras Najash y Saraf. La palabra Saraf (שרף), es la número H8314 del Strong y aunque también traduce serpiente, prácticamente todas la veces (excepto en Isaías 6) en que es usada como sustantivo o adjetivo en la Tanaj, se hace acompañando a la palabra Najash; ya bien sea para dar la connotación de “ardiente=venenosa” o para referirse a “serpientes y víboras”. En cambio, todas las veces en que en la Tanaj se refieren a “Serpiente” lo hacen usando la palabra Najash (Excepto en la parashat Vaerá donde utilizan el término Tanim, pero ese tema no es objeto del presente estudio). Así de aquí en adelante nos concentraremos en la palabra Najash.

La palabra Najash (נחש) es la número H5175 del Strong. Aparece 31 veces en la Tanaj, de las cuáles 14 lo hace en la Torá. Es mencionada en todos los libros de la Torá, excepto en Vayikrá (Levítico). Además, se menciona en seis (6) parashot, en cuatro (4) de ellas es mencionada una (1) vez, pero hay dos (2) en las que se menciona cinco (5) veces en cada una, la parashá Bereshit y esta parashá Jukat.

Libro

ParasháMenciones

Bereshit (Génesis)

Bereshit5

Vayejí

1

Shemot (Éxodo)

Shemot

1

Vaerá

1

Bamidbar (Números)

Jukat

5

Devarim (Deuteronomio)Ekev

1

Es precisamente el hecho que tanto en Parashat Bereshit como en Parashat Jukat aparezca exactamente cinco (5) veces en cada una, lo que nos llevaría a buscar una relación y una conexión entre ambas porciones. Y ciertamente al estudiar al respecto encontramos algo muy tremendo en cuanto a lo que veníamos estudiando. En la parashat Bereshit, la serpiente aparece en el relato de la caída del ser humano y el pecado original. Es precisamente en el verso 3:1 de Génesis donde el término Najash aparece por primera vez y dice:

“La serpiente era más astuta que todos los animales del campo que Dios el Señor había hecho, así que le preguntó a la mujer: —¿Es verdad que Dios les dijo que no comieran de ningún árbol del jardín?”.

Dice que la serpiente era astuta, e hizo una pregunta clave, que fue la semilla de la desobediencia. Puso en duda la provisión que el ETERNO les había dado para sustentarlos en el jardín del Edén. Y de paso, hizo que la mujer hablara de más, porque, aunque reconoció que sí podían comer de los árboles, no solo dijo que no podían comer del fruto del árbol que estaba en medio del jardín, sino que no lo podían tocar [Génesis 3:2-3]. Y entonces, vino lo peor, hizo que la mujer no creyera a lo que el ETERNO había dicho, que no morirían. Esto a su vez causó que la mujer codiciara lo que no tenía, a pesar de que tenía todo lo demás. Así la consecuencia fue la desobediencia [Génesis 3:4-6].

Entonces, en la parashat Jukat, el envío final de serpientes para que los mordieran en ese momento, no era más sino un recordatorio que el Altísimo estaba haciendo, de cómo todo lo que venían haciendo por el desierto con sus quejas y murmuraciones, era exactamente lo que causó la serpiente en el pecado original. Y esto es precisamente lo que nos dice Rashí en su comentario del verso 21:6 “Dios dijo, por así decirlo: Dejen que la serpiente que fue castigada por declaraciones difamatorias venga y exija el castigo de aquellos que manifiestan calumnias. – Deje que la serpiente a la que todos los tipos de comida tengan un sabor (la de la tierra; cf. Génesis 3:14 y Yoma 75a) venga y aplique un castigo exacto de estos ingratos a los que una cosa (el maná) tuvo el sabor de muchas delicaturas diferentes (ver Rashi 11: 8) (Midrash Tanchuma, Chukat 19)”.

El problema ni siquiera es la queja misma, ésta era más bien un síntoma; lo que le duele al ETERNO es que no se crea en Él, en que lo que Él dice es cierto, y que Él es todo-suficiente para nosotros. Que lo que Él nos da nos baste, aunque haya otras cosas alrededor que no tengamos, pero que no debemos codiciar. Ya en el evento de los doce espías, el ETERNO había expresado esto claramente “¿Hasta cuándo no me creerán, con todas las señales que he hecho en medio de ellos? … ¿Hasta cuándo oiré esta depravada multitud que murmura contra mí, las querellas de los hijos de Israel, que de mí se quejan?” [Números 14:11;27] y luego cuando la embarraron Moshé y Aharón ante la roca, les dijo lo mismo “… por cuanto no creíste en mí” [Números 20:12].

La mordida venenosa de una serpiente

Ahora, el castigo no solo fue la presencia de las serpientes, el pasaje nos indica que el Eterno envió las serpientes para que los mordieran [Números 21:6]. El verbo morder en este caso corresponde a la palabra en hebreo Nasaj (נשך), que curiosamente se parece a Najash (נחש) y de hecho comparte dos de las letras que las conforman. La palabra Nasaj es la H5391 del Strong y de las 16 veces que la podemos encontrar en la Tanaj, 12 de ellas se refiere al término morder. Lo curioso es que, de dichas 12 veces, la tercera parte (4), se presentan en la Torá y en esas mismas cuatro (4) aparece acompañando al término Najash. Y aunque en resto de la Tanaj el patrón no es tan consistente, también podemos encontrar que en seis (6) ocasiones, la serpiente aparece mordiendo, ósea las palabras Najash y Nasaj aparecen juntas. Luego podríamos decir que en la Escritura una característica importante de la serpiente es que muerde, entonces ¿Qué implica que una serpiente muerda?

Esta pregunta la abordaremos desde el punto de vista bíblico y desde el punto de vista biológico. Volviendo a Bereshit, la palabra Najash vuelve a aparecer en los versos 3:13-14, cuando la serpiente es acusada por Eva y castigada por el ETERNO. El castigo consistió en que sobre su pecho andaría, polvo comería todos los días de su vida y que habría enemistad entre la mujer y ella, de modo que ella le heriría el talón. Según los comentarios de Rashí a los versos 3:14 y 3:15, la serpiente antes del castigo tenía patas y caminaba erguida, pero tras el castigo perdió las patas y la estatura, entonces la forma en la que podría herir al ser humano sería mordiéndole en el tobillo. Desde el punto de vista biológico es interesante que los comentarios de la tradición digan que la serpiente antes tenía patas y las perdió en el castigo, puesto que según la ciencia, en el grupo de las serpientes, algunas que son primitivas aún conservan en sus esqueleto vestigios de extremidades, pues se considera que en el desarrollo de la historia evolutiva de este grupo, descienden de ancestros que tenían extremidades y que fueron perdidas de forma posterior (El Tiempo, 2001, p. 228). Además, biológicamente hablando, si consideramos un animal, que es un cuerpo alargado y sin extremidades, la capacidad de morder cobrar un valor extremadamente preponderante, tanto a la hora de defenderse como de conseguir a las presas que serán su alimento en el ecosistema.

También es muy interesante, que los comentarios de Rabbeinu Bahya sobre el verso Génesis 3:14, indican que parte del castigo que no es mencionado explícitamente en la Torá, fue que la serpiente fue privada de su capacidad de hablar y, según este rabino, que la pérdida de esta habilidad había constituido la parte más severa de su maldición. Esto debido precisamente a que, gracias al poder del habla, le permitía difundir calumnias contra su Creador y que por tanto lo lógico era que su castigo fuera en consecuencia perder dicha capacidad. Lo que me parece más curioso, es que haya perdido la capacidad de hacer daño a través del habla, lo cual hacía con su boca, pero entonces quedó con una dependencia muy importante de su capacidad de morder, también con su boca, y con esto seguir haciendo daño.

Lo anterior se conecta con lo sucedido en la parashat Jukat, en que precisamente lo que hizo el pueblo fue hablar con su boca contra Adonai, y el castigo que sobre ellos vino fue que las serpientes con sus bocas los mordieran. Entonces ¿Podríamos encontrar alguna relación entre lo que implica biológicamente para una serpiente morder y el pecado de hablar contra el ETERNO?

Veamos, el término “Serpiente” en biología, corresponde a una agrupación taxonómica animal (un suborden del orden Squamata), que contiene aproximadamente 3500 especies. Algunos grandes y reconocidos subgrupos (Familias) dentro de dicho Suborden incluyen a las boas, las culebras y las víboras. Todas las serpientes se alimentan de animales. Aunque no es del todo relevante para este estudio, conviene decir en este momento, que las boas suelen someter a sus presas por medio de la constricción no por medio de mordidas venenosas (El Tiempo, 2001, p. 228) y las culebras, aunque tienen colmillos y veneno, la posición de sus colmillos en la parte posterior de la boca y su débil veneno, revisten poco peligro para los seres humanos e incluso en ocasiones para sus mismas presas (El Tiempo, 2001, p. 233). En cambio, las serpientes de la familia Viperidae (Víboras, aprox. 341 especies) poseen largos colmillos, articulados y móviles ubicados en la parte anterior de la boca, conectados a glándulas de veneno poderoso, que utilizan para someter a sus víctimas, por lo que sí revisten un peligro para los seres humanos; además están mejor equipadas para soportar condiciones difíciles, como las que se encuentran en un desierto (El Tiempo, 2001, p. 236).

Teniendo en cuenta que, en la parashat Jukat, se nos habla de serpientes venenosas y que se encontraban en un contexto de desierto, consideraremos las características de la mordida de la familia de las víboras; además por la distribución geográfica, podríamos considerar las especies Cerastes cerastes Echis pyramidarum entre las que pudieron participar del ataque. La mordida de una serpiente venenosa implica la participación de tres elementos: las mandíbulas, los dientes y el veneno.

Es importante mencionar en este punto que las serpientes muerden, pero no mastican. Ellas atrapan, someten y tragan a sus presas completas. Esto incluye en ocasiones tragar presas que son mucho más grandes que sus bocas y sus cráneos. Lo que implica para las víboras, que todo su cráneo ha sufrido un cambio conformacional, en comparación con otros reptiles y otros animales. Los huesos de sus cráneos son más livianos, tienen una menor cantidad de ellos, tienen movimientos independientes y tienen articulaciones en sus mandíbulas que se pueden separar (El Tiempo, 2001, p. 226; Kardong, 2007, p. 262, 264-265). Así las serpientes no desarticulan sus mandíbulas cuando tragan, sino que tienen toda una serie de adaptaciones, que les proporcionan la capacidad de extender sus mandíbulas y tragar a sus presas “sin perder la cabeza”. De la misma manera, podemos ver como la serpiente en el Edén, tenía toda una estrategia al momento de hablarle a Eva para lograr exactamente lo que ella quería. Como dice era astuta. De la misma forma debemos tener cuidado, porque muchas veces las personas que pueden estar a nuestro alrededor y actúan como la serpiente, suelen tener montada toda una estructura en sus cabezas, buscando hacernos caer a nosotros al hablar contra el Eterno sin que ellos “pierdan”.

El otro elemento fundamental en la mordida de una serpiente son sus dientes. Y especialmente los colmillos. Las víboras los tienen plegados contra el paladar cuando no están en uso, pero los sacan cuando van a atacar (El Tiempo, 2001, p. 236). De la misma forma, en muchas ocasiones, quienes se acercan a nosotros para inducirnos al pecado de la murmuración contra el Altísimo, inicialmente ocultan sus intenciones y parecen inofensivas, por lo que nos toca ser más astutas que ellas mismas [Mateo 10:16].

Por lo general las víboras son perezosas y dependen de su camuflaje para pasar inadvertidas. La mayor parte emboscan a su presa, y algunas utilizan el extremo brillantemente coloreado de su cola como señuelo (El Tiempo, 2001, p. 236). La boca y los dientes sirven como una trampa, un aparato para atrapar presas desprevenidas. Así ellos intervienen en la captura y sujeción de las presas. Y esto es sumamente importante, porque todas las presas y aún el ser humano, tienen una barrera protectora, que como veíamos en un artículo anterior, es la piel. Según los ingenieros, la piel es un material dúctil, se deforma fácilmente o cede ante los intentos de punción. Es por esto que los dientes de los depredadores, como las serpientes, tienen cúspides en punta para agujerear, cortar, perforar, ese material dúctil. Así se rompe la barrera, se crean nuevos lugares por donde entran las enzimas digestivas y se agarra firmemente a la presa (Kardong, 2007, p. 499, 505). Este aspecto es crucial, porque las posibilidades para nosotros de caer en pecado, aumentan cuando andamos desprevenidos por la vida, cuando nos dejamos emboscar, nos engaña el camuflaje y cuando permitimos que sean traspasadas las barreras que nos protegen. Debemos mantener firme nuestra mirada en el Altísimo, concentrados en la meta que perseguimos y acompañados de nuestra familia creyente y de la comunidad en medio de la cual el Altísimo nos ha puesto.

En el caso particular de las víboras, los colmillos que se encuentran al frente, tienen una cualidad especial y es que tienen una forma de “S”. Hacia el final del diente, la punta está “como salida hacia afuera”, de esta forma la víbora al momento de atacar con la boca abierta, al primer contacto con su presa ya la está “chuzando”, clavándole el colmillo, perforándole la piel e inyectándole el veneno. Pero enseguida, la parte más basal del diente tiene una curvatura hacia el lado opuesto, esa otra curva hace que la presa ya no tenga escapatoria, como en los anzuelos y en las flechas, por más que tire hacia atrás para intentar escapar, antes hace que los dientes penetren con más seguridad en la piel (Kardong, 2007, p. 499, 506). Los seres humanos, no suelen ser presas naturales de las serpientes, pero si las tientan o las molestan, probablemente los atacarán. En el texto de la parashat Jukat, dice muy claramente que el Eterno envió las serpientes luego de que fue provocado por la murmuración del pueblo. Teniendo en cuenta esto mis amados, les hago mi invitación más férrea, huyamos despavoridos de la más ligera tentación de hablar contra el Eterno, porque después que caemos en las fauces de este pecado no hay escapatoria. Quizá sea por esto que en Mateo 12:31-32, dice que toda palabra contra el Hijo del Hombre será perdonada, pero al que hable contra el Espíritu del Santo no le será perdonado, ni en este siglo, ni en el venidero.

Finalmente, en las serpientes venenosas, los colmillos se han modificado para inyectar el veneno. Están conectados a unas glándulas que contienen el veneno y en el interior del colmillo se han formado unos ductos a través de los cuáles fluye el veneno hacia el interior de la presa perforada. Este tipo de dientes especializados, tienen una característica particular, son reemplazados regularmente. Esto quiere decir que, la extracción artificial de los colmillos, no dejará permanentemente “inofensiva” a la serpiente, porque en un día, o menos, el diente nuevo se pondrá en su lugar (Kardong, 2007, p. 507). Dicho de una forma muy coloquial podemos decir, que el que lo hizo primero, probablemente lo volverá hacer. Eso será algo que tendrá que arreglar el Altísimo con la persona, y debemos orar por ellas, pero considero (ruego al Eterno que no sean palabras necias), que es mejor mantenerse alejados de personas que uno conoce que ya tienen la tendencia a murmurar e invitarnos al chisme.

En cuanto al veneno, cabe decir que, las glándulas de veneno segregan un coctel de productos químicos, con funciones tóxicas y digestivas. Así cuando se inyecta la secreción, el veneno, no solo funciona para envenenar rápidamente a la presa (que quede paralizada y deja de oponer resistencia) sino que también contiene una serie de enzimas digestivas, que inician la descomposición de los tejidos de la presa en su interior. Lo cual complementa y acelera el trabajo de los jugos gástricos, cuando ya la presa se encuentra en el tubo digestivo de la serpiente (Kardong, 2007, p. 525). Así entendemos que los dientes realmente lo que hacen es abrir la brecha, pero lo que hace el daño rápido, y en ocasiones permanente, es el veneno. Si lo queremos comparar eso fue lo que pasó entre Eva y la Serpiente. Ella primero le enterró los dientes haciéndole la pregunta [Génesis 3:1], de la cual Eva al contestar ya no pudo escapar [Génesis 3:2-3]. Enseguida le inyectó el veneno, contradiciendo lo que el Altísimo había dicho [Génesis 3:4-5], paralizando como una toxina la capacidad de Eva para creer en el Altísimo, e iniciando un proceso de digestión de su posibilidad de obedecer el mandato recibido por la idea de que tendría “algo mejor” [Génesis 3:6]. Al final el resultado fue el mismo… la muerte.

La cura

Hasta aquí el panorama es bastante desalentador. Pero no podemos olvidar que en la parashat Jukat, la palabra Najash no solo se usa para anunciar el castigo que sufrió el pueblo, sino también para referirse a la salida que el Eterno dio cuando los israelitas reconocieron su pecado y rogaron que les fuera quitado el castigo. El ETERNO le dijo a Moshé que hiciera una Serpiente de Bronce (נחש נחשת – Najash Nejoshet), la levantara sobre una estaca, y todo el que mirara a ella, viviría [Números 21:8-9].

A partir de aquí conectamos con el Mesías Yeshúa. Ya se ha estudiado en otras ocasiones como el valor numérico de la palabra Mashiaj es el mismo valor numérico de la palabra Najash (358), e incluso la conexión que hay entre el característico buen olfato de las serpientes y la cualidad de discernimiento del Mesías a través del mismo sentido (ver aquí), pero estudiemos un poco más . En la porción de la Brit HaJadashá que ha sido asignada a la Parashat Jukat, vemos como en Juan 3:14, se conecta explícitamente a Yeshúa con la serpiente de bronce. Ya en un momento volvemos sobre esto. Revisemos algo antes.

La palabra que en el griego se utiliza para referirse a dicha serpiente en el versículo de Juan, es Ofis (ὄφις – Strong G3789). Esta misma palabra es utilizada por el rab. Shaul en la carta que envía a los Corintios, en la que probablemente estaba haciendo un estudio parecido al que venimos haciendo sobre la travesía del pueblo de Israel en el desierto [1 Corintios 10:1-14]. En el verso 9 de dicho pasaje dice: “Tampoco pongamos a prueba al Señor, como lo hicieron algunos y murieron víctimas de las serpientes”. Claramente está haciendo una alusión al suceso de la serpiente de bronce narrando en la Parashat Jukat, y deja en evidencia que la causa fue haber puesto a prueba al Señor. Previamente nos dice que todo eso sucedió para servirnos de ejemplo, para no codiciar cosas malas [1 Corintios 10:6]. Lo interesante es que el título sugestivo de esta porción en la versión Reina Valera es “Amonestación contra la idolatría”, de hecho, rab. Shaul remata en el verso 10:14 diciendo “Por tanto amados huyan de la idolatría”.

Es curioso, en este sentido, que la palabra Najash, también la podemos encontrar en la Tanaj en el libro de 2° de Reyes 18:4, en el cual se nos cuenta cómo el pueblo de Israel había convertido la serpiente de bronce que el ETERNO le había mandado hacer a Moshé, en un ídolo, al cual llamaban Nejushtan. Así podemos aprender algo importante de lo que rab. Shaul nos está explicando y es que cuando murmuramos contra el Altísimo, cuando dejamos de creerle a Él, y de confiar en que Él es capaz y suficiente para suplir a plenitud nuestras necesidades, hemos abierto la brecha con conexión directa a la idolatría. Pues entonces, reemplazamos al Eterno en nuestro corazón, por cualquier otra cosa o persona; e incluso en el peor de los casos, ocupamos el lugar único que debe tener el Altísimo en nuestra vida, precisamente con aquello con lo que Él suplió nuestra necesidad o nos dio la salida.

También, en este pasaje de 1° a los Corintintios 10, rab. Shaul nos da una clave más para este estudio. Al final del verso 10:13, nos dice que el Altísimo no nos dejará ser tentados más de lo que podamos resistir, sino que dará también juntamente con la tentación a salida. Y es precisamente lo que podemos ver que sucedió en la Parashat Jukat, mientras el castigo consistió en unas serpientes que los mordían, el “antídoto” fue también una serpiente de bronce a la cual tenían que mirar. Y es aquí donde volvemos sobre Juan 3:14. En el momento en que el Mesías dice esta sentencia tan relevante (Como levantó Moisés la serpiente en el desierto, así también tiene que ser levantado el Hijo de Hombre, para que todo el que en él crea tenga vida eterna) se encontraba hablando con Nicodemo sobre el tema de nacer de nuevo.

Puede que sobre ese tema haya muchos comentarios, pero hay algo que viene a mi mente después de todo este estudio. Nicodemo pregunta si nacer de nuevo significa volver a entrar en el vientre de la madre, ósea volver a un estado anterior en el que ya no nos encontramos. Y aquí yo veo la conexión con la primera vez en que aparece Najash en la Torá. Ese estado previo al pecado original, ese estado previo en que la serpiente no se arrastraba sobre su barriga. Y esa es la diferencia que yo veo entre las serpientes venenosas y la serpiente de bronce, y es que la serpiente de bronce estaba levantada en un asta, de una u otra forma restaurada a su condición original en la que se encontraba erguida y ya no arrastrándose por el suelo. Y es esta característica la que resalta el Mesías, que así también él tenía que ser levantado, en primer lugar, sobre un madero (que lamentablemente así como con Nejushtan, han convertido esta figura en un objeto idolátrico), y luego levantado en la resurrección. Pero aún más importante ¿para qué? Para que todo el que en Él crea, para que todo el que levante a Él su mirada, tenga vida eterna. Porque el Mesías venció precisamente la muerte que se produjo en el Edén por culpa de la serpiente, así como la serpiente de Bronce evitaba que murieran por la mortífera mordida de las serpientes en el desierto.

Finalmente, hay un elemento más que es importante en el verso 3:14, y en el cual el Mesías sigue enfatizando en los versos 16 y 18, y es el creer en Él. La condenación viene por no creer en Él. Desde Bereshit (Génesis), pasando por Bamidbar (Números) y ahora en la Brit HaJadashá (Nuevo Testamento) en boca de su propio hijo, el ETERNO insiste en que nos llegue el mensaje, que creamos en Él, que le creamos a Él y que confiemos en Él. Aún en Mateo 7:10 y Lucas 11:11, en los cuáles vuelve a utilizarse la palabra Ofis, sigue insistiendo en lo mismo, que Él suple nuestras necesidades, y que no nos debe quedar duda de ello:

“Así que yo les digo: Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá la puerta. Porque todo el que pide recibe; el que busca encuentra; y al que llama, se le abre. ¿Quién de ustedes que sea padre, si su hijo le pide un pescado, le dará en cambio una serpiente? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión? Pues, si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!” [Lucas 11:9-13]

Shavua tov!

Referencias

El Tiempo. (2001). Mundo Animal. Bogotá: Casa Editorial El Tiempo.

Kardong, K. (2007). Vertebrados: Anatomía comparada, función y evolución. Madrid: McGraw-Hill.

Soy Bióloga con maestría en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia. Creyente en el Mesías Yeshúa desde la cuna, miembro activo de la Comunidad Mesiánica Yovel y felizmente casada. El estudio de la Creación del Altísimo ha sido mi pasión, y me deleito en ampliar mi comprensión del texto bíblico desde el conocimiento de las Ciencias Ambientales.