El nombre de Hashem, Iehudá y la Teshuvá

Por: Moshé Hernandez

“Entonces ella quedó embarazada de nuevo y dio a luz a un hijo y dijo: ‘En esta ocasión alabaré a ADONAI’. Por esta razón ella lo llamó Judá. Entonces dejo de tener hijos” (Gn 29:35).

Al leer este pasuk simplemente en la traducción al español nos perdemos de una grandiosa lección que el texto en hebreo nos brinda y nos ayudar a comprender, por lo cual es necesario abordarlo y analizarlo para descubrir esa riqueza que la Torá quiere enseñarnos.

…a él lo llamó Iehudá (Judá)

Sabemos que Leá ya había tenido tres hijos con Iaacov, a los cuales llamó Reubén, Shimón y Leví, pero estos nombres denotan la rivalidad que tenía con su hermana, solamente será hasta el nacimiento de su cuarto hijo que ella expresará gratitud a HaShem, dejando a un lado las situaciones que sucedían en la realidad material en la que vivía junto con su hermana y esposo.

Cuando dio a luz a su cuarto hijo lo llamo Iehudá, el cual significa alabanza y gratitud. Esto lo sabemos porque la traducción nos lo indica, pero el texto hebreo hace un juego de palabras entre la palabra alabanza/gratitud (אודה) y el nombre de Iehudá (יהודה). Leemos en el texto así: “ותהר עוד ותלד בן ותאמר הפעם אודה את־ה’ על־כן קראה שמו יהודה ותעמד מלדת”, aquí vemos que el nombre de Iehudá tiene la misma raíz de la palabra alabanza/gratitud, y además el nombre del cuarto hijo de Iaacov y Leá tiene las primeras tres letras del Shem HaMeforash (Nombre Sagrado).

¿Qué conexión tiene Iehudá con el Nombre Sagrado?

El Rabeinu Bahya nos indica en su comentario que esta mención del Nombre de HaShem con el nombre de Iehudá hace alusión “al atributo de arrepentimiento. La razón por la que este atributo es parte del nombre de Iehudá es porque fue la primera persona que públicamente se retractó y confesó el error que había cometido cuando acusó a Tamar de ser una prostituta. No se avergonzó de reconocer su error, lo cual es el impedimento más grande para arrepentirse.”

Esto nos enseña que la cualidad principal de Iehudá era que era supremamente rápido en arrepentirse y reconocer sus faltas y errores delante de Di-s, porque esa esencia estaba marcada en su nombre y por ende en su ser como tal. Esto mismo lo encontramos en la Brit Jadashá cuando leemos: “Si bien los entristecí con mi carta, no me pesa. Es verdad que antes me pesó, porque me di cuenta de que por un tiempo mi carta los había entristecido. Sin embargo, ahora me alegro, no porque se hayan entristecido, sino porque su tristeza los llevó al arrepentimiento. Ustedes se entristecieron tal como Di-s lo quiere, de modo que nosotros de ninguna manera los hemos perjudicado. La tristeza que proviene de Di-s produce el arrepentimiento que lleva a la salvación, de la cual no hay que arrepentirse, mientras que la tristeza del mundo produce la muerte” (2 Co 7:8-10).

Aquí vemos lo que sucedió en Iehudá, una tristeza (falta de vergüenza, como dice el Rabeinu Bahya) que lo llevó a arrepentirse de sus malos actos al haber juzgado a Tamar con severidad, produciendo así un arrepentimiento que le permitiría establecer el primer yibum de la historia judía para allanar el camino al linaje del Mesías.

Una teshuvá provoca que otros sean baalei teshuvá.

El arrepentimiento en hebreo se conoce como teshuvá (volverse) y denota retornar al camino del que la persona se apartó inicialmente. La persona que retorna en teshuvá se le conoce como baal teshuvá, literalmente “el señor del arrepentimiento”, denotando que es una persona que se ha apropiado y ha tomado para sí el camino de volver a caminar en la senda de HaShem, ahora con mayor convicción y emuná plena en Él.

Rab Shaúl nos enseñó en ese pasaje de Corintios, que ese arrepentimiento conduce a la salvación, la gueulá (redención) propias y de la comunidad. El comentario del Rabeinu Bahya continúa mencionando algo similar con la historia de Iehudá, leemos: “Según el Talmud en Sotá 7, el arrepentimiento de Iehudá condujo al arrepentimiento de Reubén. Esta es la razón por la cual el rey David llegó a ser uno de sus descendientes. David es reconocido por haber “sido elevado”, es decir, se arrepintió en el asunto de Bat Sheva (2 S 23:1). David fue considerado sobresaliente porque se arrepintió sin vergüenza”.

Según lo que leemos de Iehudá y David es que ellos fueron capaces de arrepentirse sin temor a las críticas o lo que los demás pudieran decir de lo que hicieron, si hay arrepentimiento genuino (teshuvá) en la persona que regresa (baal teshuvá) a HaShem, lo que las personas puedan decir no importa, sino lo que realmente cuenta es que la persona fue llevada a la gueulá personal y eso conduce a que otros sigan su ejemplo.

¿Cómo podemos conectar todo esto?

En esencia lo que nos enseña Leá con el nombre que le dio a su cuarto hijo es que dentro del alma judía está innata la esencia que conduce a la teshuvá y por ende a la gratitud a HaShem por recibir al baal teshuvá porque Su Nombre que contiene el atributo de arrepentimiento conduce a los hijos del pueblo judío a la teshuvá constante, porque “el Señor no es lento para mantener Su promesa, como algunos la tienen por tardanza. Mas bien, Él es paciente con todos —no queriendo que nadie perezca, sino que todos se conduzcan al arrepentimiento” (2 P 3:9).

Con base en lo anterior, nosotros que por medio del Mesías Yeshua hemos sido injertados en el pueblo judío tenemos acceso a esa misma esencia: arrepentirnos para regresar a Di-s plenamente. Si hay algo de lo cual debamos arrepentirnos en estos momentos, hagámoslo, no tengamos temor del criticismo de las personas, si Iehudá y David no tuvieron miedo sino tuvieron fija su “mirada en el autor y consumador de nuestra fe”, cuánto más nosotros que tenemos el ejemplo de ellos y la gracia que HaShem nos ha dado por medio de Yeshua HaMashiaj Tzidkenu.

¡Shavua Tov!

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Moshé Hernandez

Psicólogo de la Konrad Lorenz Fundación Universitaria. Gabai de la Comunidad Mesiánica Yovel, maestro del ministerio Yeladim, miembro del ministerio de Danzas. Apasionado por el hebreo y otros idiomas.