No es sólo “obedecer” sino “por qué” obedecer, esa es la cuestión

Por: Familia Barrios Lara

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La parashá de esta semana Jukat recibe su nombre en relación al mandamiento de la vaca rojiza – Pará Adumá, el cual se considera el mandamiento juk por excelencia [Nm 19:2]. Para entender que es un juk, debemos saber que los mandamientos en la torá, pueden clasificarse en una de las siguientes categorías: (1) Edut (testimonios) Son aquellos muestran un evento histórico o un aspecto de nuestra fe, por ejemplo shabat, las fiestas, o el uso de los tzitzit; (2) Mishpatím (leyes civiles) los cuales protegen la seguridad y supervivencia de la sociedad humana, como la prohibición del asesinato y el robo; Y, (3) Jukim (Ordenanzas Divinas) se refiere a mandamientos que no son fácilmente entendibles por la lógica humana, sino que su propósito está en la lógica divina.

Los cuatro jukim por excelencia son: la ley del levirato, en la que el hombre debe desposar a la viuda de su hermano si este no ha dejado hijos [Lv 18:26], el macho cabrío a Azazel [Lv 16:29], el uso de tzitzit [Lv 19:19] y la vaca rojiza [Nm 19:2]. ¿Qué comparten estos cuatro mandamientos? Que en ellos hay aparentes contradicciones, ya que un hombre en general no puede tomar la esposa de su hermano, pero si a su viuda; el macho para Azazel purifica a Israel, pero impurifica al que lo lleva; no se pueden mezclar lino y lana, pero si usar tzitzit de lana en una prenda de lino; y para el caso de la vaca rojiza, ésta impurifica a los involucrados en el proceso, pero sus cenizas purifican a aquel que está impuro.

Obedecer los mishpatim (leyes civiles) implica probablemente más un ejercicio de sentido común que de fe. De hecho, muchas de las sociedades actuales, basan su legislatura en principios similares a los consignados en la torá: no matar, no robar, no mentir, etc. Guardar los edut (testimonio), es un poco más complejo, pues implica un ejercicio profundo de fe, y de transmitir nuestra identidad como pueblo del Eterno. Sin embargo, los jukim requieren un mayor grado de entrega y de confiar en la voluntad del Eterno, aunque no entendamos sus razones: “Porque mis pensamientos no son los de ustedes, ni sus caminos son los míos” [Is 55:8].

De manera paralela nuestra obediencia al Eterno puede ir en diferentes niveles, de acuerdo a nuestra “lógica” y nuestra fe. Pirkei Avot 1.3 nos enseña “no sirvan al Hashem como siervos que trabajan para recibir una recompensa, sino sean como siervos que trabajan para su amo. Y que el temor del cielo este sobre ustedes” ¿A qué se refiere esto? Explican nuestros sabios que el privilegio de servir al Eterno, debería ser suficiente para motivarnos a servir, aún, cuando no recibiéramos una recompensa. Y… ¿por qué habla del temor al cielo y no del temor a Di-s? Porqué nos invita a obedecer por temor a la grandeza del Eterno, reflejada en la majestuosidad del cielo, y no por temor a su castigo.

Vistas, así las cosas, podemos obedecer por los motivos incorrectos (la recompensa, el reconocimiento público o el castigo) o por temor al Eterno. Cabe aclarar, que es preferible obedecer por las razones incorrectas (temor al castigo o búsqueda de la recompensa) que no obedecer. Sin embargo, Yeshúa, nos coloca un nivel más alto de obediencia: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor” [Jn 15:10]. Se trata de obedecer por amor. Es lo que todos queremos como padres -que nuestros hijos obedezcan porque nos aman- y es a lo que deberíamos aspirar en nuestra relación con el Eterno: obedecerle por amor. Estar dispuestos a obedecer, aunque no entendamos la lógica de sus mandamientos. La obediencia de Myriam le permito hacer méritos para que el agua viniera al pueblo de Israel… por eso cuando ella murió se fue el agua [Nm 20:1]. La obediencia de Aharón al buscar la paz entre sus hermanos, hacía que las nubes del Eterno permanecieran cubriendo el campamento de Israel… por eso cuando el murió, el pueblo de Israel fue visible para otros pueblos que pudieron atacarlos [Nm 21:1]. Y la desobediencia de Aharón y Moshe al no glorificar el nombre del Eterno y golpear la roca, fue lo que les impidió la entrada a la tierra prometida [Nm 20:24].

A lo largo de toda la tora y el nuevo pacto nos podemos encontrar con muchas situaciones como éstas, con personas que obedecen y otras que no, y sus consecuencias para ilustrarnos las consecuencias de la desobediencia. Sin embargo, el fin al que debemos apuntar es, poder obedecer por amor al creador, sin esperar nada a cambio, tal como lo hizo nuestro señor Yeshua. quien no solo obedeció toda la torá, sino que por amor a nosotros dio su vida por nuestra salvación en sacrificio perfecto en obediencia al padre [Fil 2:8]. Así que nuestra reflexión de cierre para esta semana que empieza es una nuestra pregunta personal para cada uno de nosotros: ¿por qué obedezco la torá?

¡Shavua tov!

Referencias

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Por familia Barrios Lara

Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.***