Ki Tavo
Bemidbar 26:1- 29:8 Haftará: Yeshayahu 60:1-22
Cuando entres en la tierra y te establezcas allí, cultives y recojas el fruto, se deberían traer las primicias de la tierra al templo, para adorarlo y gozarse por todo lo que el Eterno te ha dado, así como dar al levita, al extranjero, al huérfano y a la viuda.
Moshe es recurrente en cumplir todos los mandatos que el Eterno les entregó, debían levantar un altar en el monte Ebal, para dar ofrenda para el Señor y allí se debía escribir todas las palabras. Moshe encomendó al pueblo que: Shimon, Leví, Yehuda, Isajar, Yosef y Binyamin se pararían en el monte Guerizim. Reuben, Gad, Asher, Zebulún, Dan y Naftalí en el monte Ebal para pronunciar las maldiciones.
Lo Leviim pronunciaron que serían malditos aquellos que hiciesen idolatría, deshonrasen a su padre y su madre, quien pase e límite de su prójimo, el que hierre errar al ciego, el que incumpliese con el huérfano, viuda y extranjero; el que se acostase con la mujer de su padre, el que se ayuntase con bestia, el que se acostase con su hermana, el que se acostase con su suegra, el que hiriese a su prójimo, el que reciba soborno para quitarle la vida y quien no confirmase las palabras del Eterno. En seguida se mencionan las bendiciones y maldiciones.
Recuerda las señales y pruebas en medio del desierto y por las cuales creer que el Eterno siempre estuvo con el pueblo, aún sin entender, pues sin corazón conocer, ni ojos para ver, ni oídos para oír habían estado hasta ese día.