Árboles, Caballos y Mesías
Por Rocío Delvalle Quevedo
Cruzar el mar en seco, caballos sumergidos en el mar, un árbol que endulza el agua y un Mesías que en su amargura endereza nuestro camino.
Llegamos a Parashat Beshalaj, lo cual hace que el próximo Shabat se conozca como Shabat Shira o Shabat de la Canción, por el cántico profético que entona el pueblo de Israel [Ex 15:1-21] luego de haber pasado el mar en seco y ser librados del yugo egipcio. Al otro lado del mar, quedaron bajo la guía del Altísimo, con un nuevo comienzo en frente. Y es de un nuevo comienzo que quisiera hablar hoy, un nuevo comienzo que hay cada que llega un nuevo año, en particular para esta ocasión, el año nuevo de los árboles, Tu Bishvat.
Y es que, por la misericordia del Altísimo, durante el tiempo que he estado preparando esta reflexión, he podido encontrar unas conexiones entre ambos, Parashat Beshalaj y Tu Bishvat, que me tienen llena de asombro. Desde coincidencias en lo temporal hasta congruencias en aspectos un poco más profundos y trascendentales. En los últimos 30 años, siempre que Tu Bishvat ha caído en Shabat, ha correspondido a Shabat Shirah, es decir, el shabat de parashat Beshalaj. La última vez que esto sucedió fue en el 2017 y la siguiente vez que ocurrirá será en 2027. En particular, en el año en que escribo estas líneas, Tu Bishvat no caerá en Shabat, pero sí durante la semana en que se estudia la parashat Beshalaj.
Cómo ya mencionamos, en esta porción [Ex 13:17-17:16] de las escrituras se narra, entre otros, el cruce del mar. Se dice que, los israelitas particularmente la tribu de Benjamín, cuando el Eterno ordena a Moshé que marche, lo hicieron. Avanzaron a pesar de que el mar aún no se había abierto. Y que fue cuando ya tenían el agua al cuello, que el milagro de abrirse el mar se dio.
En cuanto a Tu Bishvat (Año Nuevo de los Árboles), en la antigüedad, más que una celebración era un corte fiscal. Para no ponerse a llevarle la cuenta de años a cada árbol en particular, se estableció un corte anual, cuando todos los árboles de la tierra de Israel, independientemente de la fecha en la que habían sido plantados cumplían un año. Y así podían cumplir lo establecido en Levítico 19:23-25. El 15 de Shevat, se sabía cuáles eran los árboles que cumplían 4 años, y en Shavuot los frutos de esos árboles eran presentados. Así como el diezmo de las cosechas de todos los árboles frutales mayores a 5 años.
Lo curioso es que, en este conteo para el uso de los frutos, la fecha en la que se hace el corte (en el tiempo), es invierno en Israel ¿Esto qué significa? ¡Que el árbol no tiene fruto! ¡Usualmente tampoco tiene hojas! A menudo se ve como un chamizo seco, del cual se podría incluso pensar que está muerto. Pero en realidad, la magia está sucediendo bajo tierra, el árbol está empapando sus raíces de agua para lo que vendrá. El árbol es contado para dar fruto, aunque el fruto no se vea.
Es la misma enseñanza en dos alegorías diferentes. Es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve [Heb 11:1]. Es caminar con el agua hasta el cuello confiando en que el mar se va a abrir. O esperar fruto de un chamizo. Es un renacer, un nuevo inicio, que se abre paso en medio de la adversidad.
El agua y la madera
En parashat Beshalaj también encontramos otro tema que podría relacionarse con la esencia de Tu Bishvat, los árboles.
Moisés les ordenó a los israelitas que partieran del *Mar Rojo y se internaran en el desierto de Sur. Y los israelitas anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua. Llegaron a Mara, lugar que se llama así porque sus aguas son amargas, y no pudieron apagar su sed allí. Comenzaron entonces a murmurar en contra de Moisés, y preguntaban: “¿Qué vamos a beber?” Moisés clamó al Señor, y él le mostró un pedazo de madera, el cual echó Moisés al agua, y al instante el agua se volvió dulce. En ese lugar el Señor los puso a prueba y les dio una *ley como norma de conducta. [Ex 15:22-25 NVI]
La palabra que en la versión NVI se ha traducido como “un pedazo de madera” es en hebreo עז–etz (H6086). Es la misma usada para referirse a un árbol. De hecho, según el Strong una traducción más literal sería “le mostró un árbol”.
Es muy interesante que la madera resulta del tejido ya muerto y endurecido de lo que en principio constituye el sistema de vasos conductores a través de los cuáles el árbol transporta el agua y los minerales absorbidos del suelo por la raíz hacia todas las partes del árbol. Técnicamente se conoce como Xilema que da rigidez mecánica al tallo y transporta la corriente de agua y sustancias disueltas (savia bruta) desde la raíz hasta la hoja (Sinnott & Wilson, 1963).
Algo así como que lo que curó el agua fue la parte del árbol que normalmente transporta en su interior la misma agua. Podría entonces ser válido pensar que, si el trozo de madera o el árbol completo que fue lanzado al agua, hacia parte de ese entorno, transportaba en su interior la misma agua amarga.
Al respecto de este suceso quisiera compartir algunos apartes de una reflexión de Rabbi Shmuel Simenowitz (2013) (Traducción mía):
Si estás interesado en leer este artículo completo puedes seguir el link en las referencias al final.
¿Qué dice Yeshúa de todo esto?
Pues el tema de la madera y lo que refiere Rabbi Shmuel Simenowitz sobre la forma de ver el potencial de las grandes industrias en enderezar la senda torcida me hizo pensar, en la figura de la viga en el ojo.
¿Por qué te fijas en la astilla que tiene tu hermano en el ojo y no le das importancia a la viga que tienes en el tuyo? [Lc 6:41 NVI].
Más allá de los términos que se usen en el griego, de la versión que nos llegó en español, los términos “astilla” y “viga” me hacen pensar en madera.
El tema es que, tristemente, en la actualidad, el ambientalismo se ha tornado en un tribunal de juicio dónde unos a otros se condenan por su actuar en contra de los principios ecológicos. Más que unir fuerzas por salvar el barco en el que todos nos estamos hundiendo, se ha convertido en factor de división y polarización. Porque una u otra corriente ideológica ha tomado la defensa del ambiente como un estandarte de propaganda para ganar adeptos y popularizar el resto de su doctrina, más que una preocupación genuina por la degradación ecosistémica. Y entonces la forma de contender con sus enemigos políticos es exponer las motas que tienen en los ojos (las acciones supuestamente anti-ambientalistas que comenten).
Siguiendo la reflexión de Rabbi Shmuel Simenowitz, como activistas a veces criticamos, condenamos y hasta osamos trazar el nuevo rumbo que deberían tomar grandes empresas que acusamos de grandes contaminantes a menudo sin tener la más mínima idea de ecología industrial o afines.
Es curioso que en el texto citado Yeshúa continúa diciendo:
Simenowitz sobre la forma de ver el potencial de las grandes industrias en enderezar la senda torcida me hizo pensar, en la figura de la viga en el ojo.
Ningún árbol bueno da fruto malo; tampoco da buen fruto el árbol malo. A cada árbol se le reconoce por su propio fruto. No se recogen higos de los espinos ni se cosechan uvas de las zarzas. El que es bueno, de la bondad que atesora en el corazón produce el bien; pero el que es malo, de su maldad produce el mal, porque de lo que abunda en el corazón habla la boca [Lc 6:43-45 NVI]
Es innegable que ha habido consecuencias nefastas sobre la salud del ecosistema en la historia posindustrial. Que lo que vemos son los frutos de ese mal árbol. Pero no creo que la salida a esta situación sean el odio, la envida, la disensión, la acusación y la condena. Sino una transformación de la naturaleza que solo Yeshúa puede efectuar. Y mientras tanto cada uno debe revisar su propia vida, y ver qué sí puede hacer y aportar por pequeño que parezca.
Y a propósito del árbol de madera amarga, quiero compartir algo que encontré:
Lo seguía mucha gente del pueblo, incluso mujeres que se golpeaban el pecho, lamentándose por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: –Hijas de Jerusalén, no lloren por mí; lloren más bien por ustedes y por sus hijos. Miren, va a llegar el tiempo en que se dirá: ‘¡Dichosas las estériles, que nunca dieron a luz ni amamantaron!’ Entonces “‘dirán a las montañas: “¡Caigan sobre nosotros!”, y a las colinas: “¡Cúbrannos!” ‘* Porque si esto se hace cuando el árbol está verde, ¿qué no sucederá cuando esté seco? [Lc 23:27-31 NVI]
Es curioso, pues en otros lugares de los evangelios cuando se refiere a árbol usa el término δένδρον-Dendron (G1186), pero en este texto en particular usa el término ξύλον-Xulon (G3586). Es la misma raíz de la que deriva la palabra Xilema que vimos antes. Y el contexto es cuando Yeshúa iba rumbo a ser colgado (crucificado). En el verso 23:31 Yeshúa alude a sí mismo como ese árbol o esa madera que estaba pasando por el trago más amargo de su vida. Y fue por medio de esa amargura, que la amargura del pecado en nuestras vidas fue quitada y trajo la dulzura de la salvación.
¿Y los pobres caballitos qué?
Volviendo al punto en el que empezamos, el cruce del mar por el pueblo de Israel, hay una última cosa que quiero compartir. Cuando el agua vuelve a su lugar, cubre al ejército de Egipto, junto a sus carros y caballos. La palabra סוּס–Sus (H5483), caballo en hebreo, aparece 11 veces en la Torah y de esas, 5 en esta parashah. Creo que tiene un mensaje que darnos en toda esta reflexión, y ese mensaje lo recibí el año pasado de la boca inocente de una hermosa niña, la hija de More Dudu, y por la cual doy gracias al Altísimo. Por algo Yeshúa dice que debemos acercarnos al Eterno como niños. El año pasado Dudu contó, que mientras estudiaba está parashah y les hacía el relato, su hija preguntó ¿Y los pobres caballitos qué hicieron?
Es una pregunta tan sencilla y a la vez tan profunda. Que conecta con Romanos 8:19-21:
Cuando viene juicio sobre la humanidad y el mundo por su pecado, como efecto colateral la creación también es afectada. Y como ya lo he dicho en otras entregas, quiero creer que esa liberación sobre la creación también se da progresivamente en la medida en que nos volvemos al Altísimo a través de Yeshúa. Y empezamos a vivir según su Torah, aún en las instrucciones que Él nos dejó en cuanto a la interacción con su creación.
Y no solo eso… Es curioso que el texto de Lucas 23:27-31 que citamos previamente les habla a las mujeres y se refiere a sus hijos ¡El fruto de su vientre! De hecho, en la Torah las palabras para Fruto (פְּרִי–Peri, H6529) y para semilla (זֶרַע-Zera, H2233), se usan casi que indistintamente para referirse tanto a los órganos de las plantas desde la perspectiva botánica, como a la descendencia, la simiente, los hijos. Después de creer en Yeshúa y caminar según sus preceptos, osea la Torah, el camino de libertad de la corrupción bajo la que se encuentra la creación ¡No es dejar de tener hijos! ¡Ni mucho menos abortarlos! Al contrario, es aprovechar este tiempo que apenas es principio de dolores para traer descendencia que glorifique al Altísimo y le sirva.
Notas
[1] Tanchuma Shemot 24. Also see Rashi, Ramban and Ibn Ezra on Exodus 15:25.
[2] Based on Likutei Sichos 6:393. (Toras Menachem is a compilation culled by Rabbi Chaim Miller from the Lubavitcher Rebbe’s talks on Rashi. Citations here are from the Gutnick Edition 2002.)
[3] Ramban on Exodus 15:25.
Referencias
Aiken, L. (1997). Ser una mujer judía. Jason Aronson Inc. Mesilot HaTorá. Misgav Ladach 52, Old City, Jerusalem.
Simenowitz, S. (2013). Parshat Beshalach: When the Wood Meets The Water. Recuperado de http://canfeinesharim.org/parshat-beshalach-water-conservation-when-the-wood-meets-the-water/
Sinnott, Ew & Wilson, Ks. (1963). Capítulo 7: El Tallo. Botánica: Principios y problemas. C.E.C.S.A.
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Rocio del Valle
Soy bióloga con maestría en Medio Ambiente y Desarrollo de la Universidad Nacional de Colombia, Creyente en el Mesías Yeshua desde la cuna, miembro activo de la Comunidad Mesiánica Yovel y felizmente casada. El estudio de la creación del Altísimo ha sido mi pasión, y me deleito en ampliar mi comprensión del textos bíblico desde el conocimiento de las Ciencias Ambientales.