Hasta que la muerte nos separe

Por Martha Tarazona

El nombre de las 2 parashot que corresponden a esta semana -Ajarei mot y kedoshim-, plantean un interesante desafío: Santidad después de la muerte. Pero ¿Por qué después de la muerte? acaso ¿no es más importante ser santos en vida?

En esta semana al juntarse 2 parashot –porciones– de la Torá hay un número increíble de mandamientos para estudiar: 28 en Ajarei mot (después de la muerte: Lv 16:1 – 18:30) y 50 en Kedoshim (santos: Lv 19:1 – 20:27). Los 78 mandamientos en estas dos porciones superan la parashá que más mitzvot tiene (74 en Ki tetzé: Lv 21:10-25:19). En ellas se describen el servicio de Yom Kipur [Lv 16:1-34], las leyes sobre el sacrificio [Lv 19:5-8] y prohibiciones sobre la idolatría [Lv 17:3-9; 19:4, 26-28, 31; 20:27] entre otros. Pero también se tocan aspectos que van más allá del servicio litúrgico, que son determinantes en la santidad: las relaciones interpersonales [Lv 19:3, 9-18, 32-36; 20:9] y la santidad sexual [Lv 18:6-29; 19:20-22, 29; 20:10-21].

¿Por qué tantos mandamientos? ¿Porque tantas precauciones no solo en torno al comportamiento en general, sino en particular sobre la sexualidad? Su palabra enseña que en nuestro cuerpo puede habitar su Ruaj Hakodesh –espíritu santo– [Ez 36:27, 37:14; 1 Cor 6:19], por lo que la sexualidad debe tener como propósito glorificar al Eterno [1 Cor 6:20] y en consecuencia los pecados sexuales no solo atentan contra nuestro propio cuerpo [1 Cor 6:18] sino contra la misma presencia del Di-s en él.

Sin embargo, la santidad sexual va más allá de evitar el adulterio, la fornicación, el incesto, el homosexualismo o la zoofilia. Santidad en el matrimonio, tiene que ver con guardar el periodo de Nidá –separación durante la menstruación– [Lv 20:18], pero también con la honra hacia el lecho matrimonial [Heb 13:4], con los pensamientos y actitudes no solo durante las relaciones sexuales, sino cada noche antes de ir a la cama. Evitar el adulterio, es también cuidar lo que se ve pues como dijo Yeshúa “todo aquel que mira a una mujer para codiciarla ya cometió adulterio con ella en su corazón” [Mt 5:27] …por algo “no codiciar” hace parte de los mandamientos dados en el Sinaí [Ex 20:17]. Por tanto, se debe marcar una distancia adecuada con el sexo opuesto, para no caer en la trampa de comparar al conyugue y terminar deseando al amigo por abrir una puerta de intimidad emocional que debe reservarse solo para el compañero de pacto matrimonial.

Santidad en la vida de solteros no solo es evitar la fornicación. Los besos apasionados, aunque no lleguen al acto sexual físico, despiertan lo suficiente la imaginación como para que los pensamientos no puedan ser expuestos públicamente. La forma de vestir, incluyendo el conocido cliché de “mostrar sin mostrar”, puede estimular los ojos de un hombre al punto de generarle perturbaciones en su cuerpo y espíritu. No se necesitan desnudos en una revista cuando se pueden ver en películas, en comerciales o en catálogos de ropa interior. Se debe cuidar con que se alimenta el alma y no consumir la “chatarra” que se exhibe en los medios de comunicación, tal como lo dice una canción popular “Te lo encuentras en la pared, en el anuncio de un licor, pegado en un mostrador, gritándote a todo color: sexo compro, sexo vendo, sexo arriendo, sexo ofrezco…”

¿Y los niños también necesitan santidad sexual? Por supuesto. De hecho, en ésta parashá se hace una advertencia expresa acerca de “No sacrificar los hijos a Moloc” [Lv 20:1-5]. A todos nos aterran las noticias -cada vez más frecuentes- de aberraciones sexuales contra los niños. Sin embargo, la educación sexual en los colegios, los programas de televisión, las letras de la música de moda, los anuncios de internet, las mujeres en las carátulas de los cuadernos e incluso las selfies en redes sociales… todo apunta a despertar tempranamente un gigante que debería reservarse para el momento de la jupá –el palio nupcial. Más que enseñarles “que nadie te toque” o evitar hablar del tema, se trata de que una autoestima sana y el comportamiento decoroso de los padres, hagan que sus hijos aprendan decoro, enseñándoles lo que es y no aceptado delante de Hashem y así no terminen siendo sacrificados a Moloc.

La santidad es un proceso en doble vía: el Eterno nos exige ser Santos [Lv 19:2, 20:7] y en esa medida es Él es quien nos aparta [Lv 20:26] y nos santifica [Lv 20:8]. Estamos llamados a ser santos porque él es nuestro Dios [Lv 20:7] y es Santo [Lv 19:2]. Tal como un hijo se parece a su padre, nosotros tenemos la posibilidad de reflejarle [2 Cor 3:18] pues somos hechura suya y obra de sus manos [Sal 100:3, Is 64:8].

Pero la santidad es más que cumplir una lista de chequeo de lo que es y no permitido. El nombre de estas 2 parashot -Ajarei mot: después de la muerte y kedoshim: santos-, plantean un interesante desafío: Santidad después de la muerte. Pero ¿Por qué después de la muerte? Acaso ¿no es más importante ser santos en vida?

Al estudiar la raíz de la palabra en hebreo para santos קָדַשׁ kadash (S. 6942), se encuentra que ser santificado está en relación con ser apartado o consagrado. Para apartarse es necesario morir al yo, a mis deseos, intenciones, placeres e -incluso- a la aceptación social, para amoldarnos al estilo de vida que Él nos exige. Tal como nos ordena no cruzar animales de especies diferentes, ni plantar juntas semillas diferentes, ni usar ropas tejidas con hilos diferentes [Lv 19:19], también nos pide no mezclar nuestra manera de vivir con las costumbres del mundo que nos rodea. [Lv 20:23]. Por eso Yeshúa dijo “Si alguno quiere venir en pos de mí, que muera a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por causa de mí la salvará”. [Mr 8:34-35]

¡Shavua tov!

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Natalia Lara

Soy hija de Di-s, recién casada, miembro de la Kehilat Mésianica Yovel, pediatra y por misericordia del Padre Eterno trabajo con los niños de la reclusión de mujeres El Buen Pastor en Bogotá.