En el nombre del Padre

Por Familia Barrios Lara

¿Por qué escogió Hashem que en el corazón de los diez mandamientos estuviera el honrar a Padre y Madre?

La parashá de esta semana, יִתְרוֹ Yitro [Ex 18:1-20:23], lleva su nombre en honor al suegro de Moshé, quien lo visita luego de que el pueblo sale de Egipto para llevarle su esposa e hijos [Ex 18:1-12]… pero va más allá de ser una visita familiar, ya que aunque era gentil, tiene temor del Eterno y le aconseja sobre cómo organizar su labor como líder del pueblo de Israel [Ex 18:13-27]. Luego de este encuentro, el pueblo se prepara para uno de los acontecimientos más maravillosos de toda la historia: el encuentro con el Eterno en el monte Sinaí [Ex 19:1-25]. Ese encuentro no solo fué el principal objetivo de su salida de Egipto –Vendrán a este monte y me adorarán [Ex 3:12]- sino que allí Hashem les entregó las 10 palabras -o 10 mandamientos como se han conocido tradicionalmente-, las cuales contienen, en su parte final las bases de las relaciones humanas de todas las sociedades actuales: no matar, no adulterar, no robar, no mentir y no codiciar [Ex 20:13-17]; y en su parte inicial se refieren a la relación del hombre con el Eterno: Reconocerlo como Di-s, no caer en idolatría, no invocar su nombre falsamente, guardar el shabat como un tiempo especial para Hashem [Ex 20:2-11] y … ¿Honrar a padre y madre? [Ex 20:12] ¿Qué tiene esto que ver con nuestra relación con el Eterno?

Desde la biología del ser humano, la relación que se tenga con el cuidador principal durante los primeros años de vida, determinará como serán nuestras relaciones con el resto de nuestro entorno, esto se conoce como la teoría del Vínculo (Bowlby 1977; Ainsworth 1978). Se ha demostrado que, cuando esta relación es adecuada, se construye un vínculo seguro que genera identidad, autoestima y regulación emocional, pero cuando no lo es, se produce un vínculo inseguro que genera no solo trastornos de salud mental, sino ansiedad, dependencia y dificultad en las relaciones sociales.

Para la mayoría de los seres humanos estos cuidadores principales son el padre y la madre. De hecho, cuando una de estas figuras falta o falla como cuidador en los primeros años de vida, las consecuencias son nefastas: trastornos de la personalidad, psicopatología por pérdida de afecto, problemas con el consumo de alcohol, trastornos de la conducta alimentaria, falta de control apropiado de la sexualidad y agresión.  Y a niveles menos graves, pero igual de importantes, se asocia a mayores niveles de depresión, resentimiento y alienación (Repetur 2005; Ainsworth 1978, Brannigan 2002).

Probablemente por esto el Eterno puso la honra a los padres justo en el corazón, en la mitad de los 10 mandamientos: porque son los padres quienes conectan nuestra relación con Hashem y con los hombres. De nuestros padres aprendemos a amar a Hashem y a nuestro prójimo, a cumplir mandamientos y a guardar fiestas. Pero aún, si ellos no son creyentes, son quienes transmiten nuestro primer concepto sobre Di-s y la religión, pero también nos enseñan la ética y la moral, el cómo relacionarnos con los demás. Pero aún hay más… la relación con nuestro padre terrenal en buena manera nos dará las bases para la relación con nuestro padre celestial, y cuando el padre terrenal es ausente, distante emocionalmente o poco comprometido con el cuidado físico, material y espiritual de sus hijos, es difícil creer en un padre celestial presente, cercano y que cuida cada aspecto de nuestra vida.

Pero este no es un hecho irreparable. Pues aunque nuestros padres terrenales no hayan estado o  -estando presentes- nuestra relación con ellos no haya sido adecuada o aunque ellos no nos hayan enseñado lo correcto, El Mesías nos enseña a ver a Hashem como Padre Eterno y su cercanía a nuestra vida puede sanar cualquier herida que tengamos con nuestros padres biológicos.

Volviendo a la relación con ellos, no se trata de exigirles que cambien, sino de hacer nuestra parte para que Hashem se encargue del resto. A nosotros como hijos, se nos exigen 2 mandamientos: Honrar a los Padres “Kibud Av Vaem” [Ex 20:12] y temer a los Padres “Irat Horim” [Lev 19:3]. En el primero, honrar a los padres, Maimonides enseña que aquel que honra es quien les da de comer, les da de beber, los viste y los cubre, los trae y los lleva (1). Honrar implica estar dispuestos para suplir sus necesidades materiales con nuestros recursos tal como dice en la palabra “honra al Señor con tus bienes y con los primeros frutos de tus ofrendas[Pv 3:9]. Siempre un padre se sentirá mejor si puede valerse por sí mismo, pero parte de honrarlos implica sacrificar lo propio por ellos. De hecho, Yeshua enseña que debemos honrarlos con nuestros bienes [Mt 15:6-7]

El segundo precepto es respetar -temer- a los padres, lo cual implica ponerlos al rango de autoridad que ameritan, como un rey o gobernante, a fin de que, nos conduzcamos con ellos como hemos de conducirnos con aquel a quien tememos. El respeto implica obediencia, pero además se ve en actos tan sutiles como ponerse de pie cuando ellos entran al sitio donde estamos (2). Maimonides explica que este respeto implica, también que el hijo no se siente en su lugar, que no hable en lugar suyo y que no contradiga sus palabras (1).

Ya que honrar a padre y madre trae largura de días [Ex 20:12], deshonrarlos no solo trae castigo de muerte [Lv 20:9] sino que maldice la tierra tal como dice: “El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición” [Mal 4:6].

Honrar y respetar parece sencillo, cuando un padre es presente, bueno, cumple mandamientos y nunca falla. Pero en la vida real, tal como nosotros, nuestros padres cometen errores… Es por eso que, estos son mandamientos, pues si “honrar” y “respetar” fuera algo sencillo y natural, Hashem no tendría que pedirnos cumplirlos, ni nos recompensaría por hacerlo. y cabe pregunatrse entonces ¿Qué pasa cuando un padre se equivoca? ¿Es licito corregirlos o contradecirlos? El mandamiento enseña que no, pues lo correcto es preguntarle lo que opina la torá del asunto, de tal manera que no se sienta menospreciado, irrespetado y menos regañado; por ejemplo, en el contexto de una pelea con alguien, podemos decirle algo como “papá ¿podrías enseñarme que dice la torá sobre amar al prójimo?” (2). Y si no es válido hacerlo en el contexto de la torá, menos es válido hacer sentir menos a un padre, en asuntos de negocios, tecnología o conocimiento.

¿Y qué pasa cuando el padre no es creyente? Igualmente debemos honrarlos y respetarlos… esto no significa que debamos obedecerlos en lo que va en contra de la torá, sino que nuestro testimonio se unirá a las oraciones, para ayudarles a encontrar el camino hacia el Eterno. De hecho, el versículo “A su madre y a su padre temerán y guardaran mis shabats”, la observancia del shabat está unida al respeto a los padre para recordarnos la importancia de guardar los mitzvot, aunque nuestros padres indiquen que los desobedezcamos. (2)

¿Y es posible honrar a un padre muerto? ¡Claro que sí! El judaísmo nos enseña que cuando se menciona el nombre de un padre fallecido, debemos recordarlo con la frase “bendita sea su memoria” (2); pero, además, perseverar en lo bueno que nos enseñaron es la mejor forma de honrarlos y mantener vivo su orgullo por nosotros.

¿Y cómo se honra a un padre malo? ¿Cómo respetar a alguien que nos ha hecho daño? Y no me refiero a un padre que es “malo” porque nos castigue o nos discipline… sino uno que ha irrespetado su hogar por adulterio, ha maltratado violentamente a sus hijos o incluso ha abusado sexualmente de ellos… Una vez alguien (3) me enseño que un padre así se honra con el perdón, entendiendo que la muerte de Yeshua no solo permite que Hashem perdone nuestros pecados, sino que nos permite perdonar a aquellos que nos han dañado.

Pero también es necesario perdonarles a ellos, aquellas cosas que de alguna manera nos han causado dolor, cuando no estaban cuando los necesitábamos, nos hirieron sin quererlo o no nos trataron como nos hubiese gustado… Alguien más (4) me enseño que ese tipo de situaciones con nuestros padres que nos dañan cuando somos niños, no son producto de que ellos quieran hacernos mal, sino que actuaron con el conocimiento o experiencias que tenían al respecto. Así que, ponernos en su lugar, tratar de entenderlos y tener misericordia con nuestros padres, nos permite perdonarles completamente y así poder honrarlos y respetarlos con integridad.

Yeshua, con su vida, demostró no solo honra y temor a sus padres terrenales; sino al Padre Celestial. Él mismo era reflejo de Hashem [Jn 14:7-9], se mantuvo en unidad a él, glorificó su nombre [Jn 17:21-22] y siempre le fue obediente incluso hasta la muerte de cruz [Fil 2:8].

¡Shavua tov!

Referencias

  1. El libro de los preceptos. Ed. Kehot Lubavitch Sudamericana
  2. Shuljan aruj
  3. Raul Rubio. Pastor Kehilat Yovel.

Por Familia Barrios Lara

Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.