Colombia entre la promesa y el juicio

Por: Carolina Aguirre

El destino del país está en juego y tú estás llamado a actuar

Esta semana leemos Parashat Devarim, la primera sección del libro de Deuteronomio, junto con la Haftará de Isaías, conocida como Jazón—la visión. Este Shabat es especial: es el Shabat Jazón, el último antes de Tishá BeAv, día de luto por la destrucción del Templo. En el calendario bíblico, este momento es profundamente significativo, pero también lo es para nuestra nación. Lo que vemos en las Escrituras no es sólo historia antigua; es un espejo profético que nos confronta con la realidad de Colombia hoy.
En Parashat Devarim, Moshé habla por última vez al pueblo de Israel antes de que crucen hacia la Tierra Prometida. Sus palabras no son suaves ni complacientes: les recuerda sus fallos, su incredulidad, sus quejas y su rebelión. Su objetivo no es reprochar por el pasado, sino advertirles del peligro de repetir los mismos errores. Si no hay arrepentimiento, si no aprenden de lo vivido, su futuro como nación estará en peligro.
Isaías, siglos después, lanza un mensaje similar, pero en un contexto distinto: su pueblo ya no está a punto de entrar a la tierra, sino de perderla. Jerusalén, centro de la adoración, está a punto de ser destruida. El profeta denuncia la hipocresía de un pueblo que sigue con rituales, sacrificios y alabanzas, pero cuya vida está marcada por la injusticia, la indiferencia y el pecado. Dios no calla ante la corrupción disfrazada de religiosidad.
El mensaje de ambos textos es el mismo: la advertencia es clara y el arrepentimiento, urgente. Ambos momentos —antes de entrar y antes de perder— son puntos decisivos. Y Colombia se encuentra en uno de ellos.

¿Dónde estamos como nación?
Nuestro país está atravesando una crisis espiritual profunda. La violencia, la injusticia, la corrupción y la pérdida de valores se han normalizado. Como en los tiempos de Isaías, las formas religiosas persisten, pero muchas veces sin sustancia. Se canta, se ora, se asiste a congregaciones… pero el pecado sigue oculto o justificado en muchos corazones.
Nos hemos acostumbrado a ver el pecado como un problema externo: de los gobernantes, de los violentos, de los impíos. Pero la Escritura no llama a examinar a “los otros”, sino a nosotros mismos. Este mensaje no es para la nación en abstracto. Es para ti. Es para mí.
La Torá y los profetas fueron dados como guía viva. No basta con leer la historia de Israel y sentir pena por sus errores. Debemos reconocer que estamos en una encrucijada similar. La tierra puede ser bendecida o devastada, pero eso dependerá de nuestra respuesta espiritual, hoy.

El pecado no está solo afuera
Uno de los errores más peligrosos del creyente es pensar que, por asistir a la congregación y participar de los actos religiosos, ya está en paz con Dios. Pero Isaías habló directamente a quienes ofrecían sacrificios en el templo. El problema no era la liturgia, sino la vida detrás de ella. Cantaban salmos, pero oprimían al débil. Ofrecían sacrificios, pero ignoraban la justicia. Honraban con los labios, pero sus corazones estaban lejos.

¿No ocurre lo mismo hoy? Muchos alaban en Shabat pero maldicen en la semana. Predican santidad pero viven en doble vida. Ocultan adicciones, rencores, orgullo, codicia… creyendo que mientras nadie se entere, Dios tampoco juzgará. Pero Dios ve el corazón.
David entendió esta lucha y clamó: “¿Quién podrá entender sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos” (Salmo 19:12). Esa debe ser nuestra oración también.

La responsabilidad es personal, el impacto es nacional
Cada uno de nosotros debe responder de manera individual. No podemos esperar a que toda la nación se vuelva a Dios si nosotros mismos no lo hemos hecho. La restauración de un país comienza con el arrepentimiento de una persona.
Dios no pide masas; pide corazones rendidos. Cuando Isaías reprendió a Jerusalén, lo hizo porque creía que todavía había esperanza, que aún era posible un cambio. Y lo mismo sucede hoy. Colombia no está perdida… pero está en grave riesgo. Y este momento puede ser una última oportunidad.

¿Estamos listos para decidir?
La generación que escuchó a Moshé estaba por entrar a la Tierra Prometida. La que escuchó a Isaías, por perderla. Y nosotros, ¿dónde estamos? ¿Qué viene después para Colombia?
Dios nunca juzga sin advertir primero. Esta es la advertencia. Esta es la última llamada. Y por eso, es la más importante. No la ignores pensando que es un mensaje para la nación, o para los líderes. Es para ti.
Haz una pausa. Busca en tu corazón y examina tu camino. Clama como David: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos” (Salmo 139:23).
Porque si un solo justo puede marcar la diferencia, tú puedes ser el inicio del cambio que Colombia necesita.
Esta es la última llamada. Y lo que tú decidas hacer con ella… puede cambiar el destino de toda una nación.

***

¡Shavua Tov!

REF:
Carolina Aguirre

Soy comunitaria de Yovel y profesora de Benei Mitzvah.