El que esté libre de pecado ¡Que tire la primera piedra!

Por: Familia Barrios Lara

¿Qué podemos aprender del mandamiento del hijo rebelde? ¿Y qué tiene que ver con la parábola del hijo pródigo?

En la parashá de esta semana Ki tetzé (cuando salgas) [Dt 21:10 – 25:19] habla que cuando hay un hijo que es descarriado y rebelde, que no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre, aunque lo disciplinaron, entonces ellos deben llevarlo ante los ancianos de su ciudad y señalar “Este hijo nuestro es descarriado y rebelde, no escucha nuestra voz, es glotón y bebedor’»… ¿Y para qué lo presentan ante el tribunal? Para que la condena sea apedrearlo [Dt 21:18-21]

La ley del hijo rebelde puede aplicarse sólo cuando el niño tiene trece años y por los tres meses siguientes, es decir, al principio de su adultez. Afortunadamente, el Talmud (Sanedrín 71a) enseña que ésta condena nunca se ha cumplido; entonces ¿Qué propósito tiene este mandamiento en la Torá? Si lo estudiamos, puede enseñarnos mucho sobre la crianza de nuestros hijos y nuestra relación con el Padre Eterno.

Vayamos unos años más adelante, a un relato similar que Yeshúa narra en la brit hadasha (pacto renovado/nuevo testamento): Un hombre tenía dos hijos, el menor pidió la herencia, la derrochó, incluso con prostitutas, y luego que lo perdió todo, se arrepintió y volvió a casa de su padre a pedir que fuera tratado como un empleado más, pero su padre lejos de esto, decidió recibirlo con una fiesta [Lc 15:11-23] ¿Qué diferencia estos dos hijos? ¿Por qué uno es apedreado y el otro recibido con una fiesta?

Probablemente la palabra clave sea teshuva, arrepentimiento. Entonces ¿De qué depende que uno se arrepienta y el otro no? Creemos que la respuesta clave está no en los hijos, sino en la actitud de los padres. Analicemos cada caso.

En el caso del hijo rebelde de Deuteronomio, La Torá describe que aquel no escucha la voz de su padre ni la voz de su madre. Es curioso que la palabra קוֹל kol significa tanto voces como ruido ¿Por qué mencionar dos veces la palabra voz? Hay varias razones. El rabino Raphael Hirsch (siglo XIX) explica que hay dos tipos de voces con las que educamos a nuestros hijos: la voz de la disciplina y la voz de la dulzura. Pero también hay dos niveles: uno es el tono de voz y otro es el mensaje en sí. Nosotros añadimos que hay dos formas de hablar: una con las palabras y otra con los hechos (el ejemplo). En resumen, cuando hay discursos contradictorios, bien sea en los que padre y madre se desautorizan entre sí, o en los que los padres decimos una cosa y hacemos otra, esto causa confusión en los hijos, haciendo que ellos no escuchen lo que estamos diciendo

El Talmud enseña de la frase «no escucha nuestras voces», que, para ser considerado un hijo rebelde ambos padres deben tener voces similares, reflejar los mismos valores y ser consistentes en su instrucción. Cuándo no es así, la culpa del comportamiento rebelde no es sólo del hijo, sino principalmente de los papás; y por eso, posiblemente el castigo de lapidar al hijo es más para los padres. Rashi enseña que el hijo muere antes de tiempo para evitar que cometa peores cosas y así pierda su porción en el mundo venidero. Pero, por otro lado, nosotros reflexionamos, que sus padres cargaran siempre en su conciencia el hecho de que su hijo haya muerto por no haber hecho bien la tarea de educarlo por el camino correcto.

Muchos padres nos preocupamos porque nuestros hijos tengan éxito financiero, entren a una buena universidad o construyan su propia empresa desde pequeños. Pero la cuestión principal debe ser ponerlos en el camino adecuado antes de que desarrollen su propio camino equivocado [Pv 22:6] y colocar las palabras de la Torá continuamente en su corazón “Y estas palabras que yo te mando hoy estarán sobre tu corazón; y se las repetirás a tus hijos y les hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y cuando te acuestes y cuando te levantes” [Dt 6: 6-7].

El Zohar enseña que no hay mérito más grande para el Día del Juicio que haber criado bien a un niño y que cuando nos presentemos ante la corte celestial, Di-s nos preguntará si educamos bien a nuestros hijos. De hecho, el Eterno señala que fue ésta una de las características, por las que escogió a Abraham: “Porque yo lo he conocido, sé que enseñará a sus hijos y a su casa después de sí, a que guarden el camino del SEÑOR, haciendo justicia y juicio” [Gn 18:19].

También el talmud enseña que los padres no pueden ser ciegos, sino que deben señalar a su hijo y decir: «Este hijo nuestro» [Dt 21:20] ¿Y que más necesitan ver los padres? Qué no hay fórmulas perfectas en la educación, que Di-s creo a cada niño con talentos y necesidades únicas, y por tanto debe ser educado de acuerdo a su personalidad particular.

Del relato del hijo prodigo, que nos narra Yeshúa encontramos también otra enseñanza clave: la misericordia [Lc 15:20]. Para muchos defensores de la educación moderna, el hijo prodigo, merecía no solo ser tratado como un empleado, sino probablemente ser severamente disciplinado y hasta sometido a trabajos pesados. Pero Yeshúa nos muestra un padre que se compadece de su hijo arrepentido… Y va más allá: cuando el hijo mayor se entera, y literalmente hace una pataleta “Entonces se enojó, y no quería entrar” [Lc 15:28] su padre no lo envía a su cuarto, sino que le ruega que entre… ¿Qué nos enseña Yeshúa al mostrarnos un padre que perdona, no castiga y entiende la molestia de sus hijos? Sin lugar a dudas, la misericordia del Padre celestial que nos trata así, pese a nuestro pecado “Pues yo, su Señor y Di-s, juro que no quiero la muerte del impío, sino que éste se aparte de su mal camino y viva” [Ez 33:11].

Pero también nos enseña a los padres terrenales a tener misericordia de nuestros hijos; que, así como nosotros pecamos y no por eso el Eterno nos destruye, nosotros debemos entender que los niños cometen errores (probablemente menos graves que nuestros pecados) y que, por ende, no podemos destruirlos con palabras o con actos. Que nuestra tarea es enseñarles a entender sus malas acciones, arrepentirse de ellas y reparar las consecuencias.

El rey David es un buen ejemplo de ello, fue llamado un hombre de “corazón perfecto ante Di-s” [1 Sm 13:14] ¿Por qué? ¿Por qué no se equivocaba? ¡Lejos de esto!  Más bien porque estaba dispuesto a humillarse, arrepentirse y cambiar “Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú” [Sal 51:17].  O en palabras de Yeshúa “Les digo que lo mismo pasa en el cielo: hay más alegría por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no necesitan arrepentirse” [Lc 15:7]

¡Shavúa tov!

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Con base en:

Rav Zev Leff. Fundamentos de la educación: Ki Tetzé. En: https://www.aishlatino.com/tp/i/pr/Fundamentos-de-la-Educacion.html

Parashat Ki Tetzé: Cuando los hijos no obedecen. En: https://www.institutohebreo.cl/blog/?p=215

Por familia Barrios Lara

Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.***