¿Y DESPUÉS DE PURIM QUÉ?
Por: Carolina Aguirre
La siguiente obra que disfrutaremos haciendo como Kehilá
Una de mis celebraciones favoritas es la fiesta de Purim, ya que aparte de muchas otras razones, es la festividad en la cual se abre el tiempo y el espacio para desplegar la creatividad manifestada en las artes.
La representación teatral de la historia de Ester no solo nos hace reír y disfrutar de un momento ameno, sino que también ofrece una valiosa oportunidad para reunir a un gran equipo de talentos. Desde diseñadores de escenografía y vestuario hasta maquilladores, estilistas, libretistas y directores de escena, cada especialista aporta su arte para dar vida a la obra. Además, productores musicales, actores, cantantes y técnicos de iluminación y sonido trabajan en conjunto para crear una experiencia inolvidable. En definitiva, una obra de teatro es el punto de encuentro de numerosos artistas, cada uno brillando en su propia área.
Este año disfruté enormemente de cada detalle que preparamos para la fiesta, pero sin duda, lo que más llenó mi corazón de alegría fue haber participado en la creación del escenario para la obra de teatro. Tuve el privilegio de colaborar con un increíble grupo de alrededor de 15 talentosos artistas de la comunidad, quienes pusieron su creatividad y esfuerzo al servicio de la puesta en escena.
La mayor parte de la escenografía se completó en una jornada intensa, y fue fascinante ser parte del proceso, en el que poco a poco llegaron los materiales, y con base en ellos comenzamos a crear las estructuras, pintarlas y darles los últimos toques. Al final del día llegamos a nuestras casas agotados, pero al ver el resultado tan hermoso que logramos, nuestro corazón se llenó de alegría y satisfacción. No solo por el resultado que obtuvimos, sino por haber podido compartir en armonía con los hermanos durante todo el proceso.
Para mí, esta experiencia, aunque sencilla, fue profundamente valiosa porque llenó mi corazón.
Al final del día, la satisfacción que sentí superó con creces la de cualquier otra actividad considerada “divertida”, como ver una película o visitar un parque temático. Nada de eso se comparó con la alegría que experimenté al ser parte de este proceso creativo.
La satisfacción de crear algo en equipo desde cero y después contemplar un hermoso resultado es una sensación que llena demasiado el corazón.
Al reflexionar sobre esta hermosa experiencia y leer la parashá de esta semana, pensaba en la gran obra que el Eterno encomendó a Moshé y al pueblo de Israel: la construcción del Mishkan, la Tienda de Encuentro. Participar en la creación de un escenario teatral me transportó a ese momento, haciéndome imaginar todos los elementos que fueron necesarios para edificar aquella sagrada estructura.
Realizar una escenografía de solo pintura y cartón fue una experiencia tan sencilla, pero a la vez tan absurdamente maravillosa para mí, que no pude evitar pensar en lo que habría significado para los hijos de Israel formar parte de una de las obras más trascendentales de la historia, no por su grandeza arquitectónica, sino por su inmenso valor espiritual.
Esta parashá, al igual que una obra de teatro, reúne tantos elementos que resulta difícil elegir solo uno del cual hablar. De hecho, el nombre de la parashá de esta semana, “Vayakhel”, proviene de la raíz K-H-L (ק-ה-ל), que significa “congregar” o “reunir”, y de la cual también se deriva la palabra “Kehilá”, que en español significa “congregación” o “reunión”.
“Y congregó (o reunió) (vayaKHeL) Adonai a Moshé y a toda la asamblea (o congregación) de los hijos de Israel y les dijo estas palabras que les ordenó hacerlas” (Éxodo 35:1)
En esta parashá, el Eterno, al igual que hace más de 3,000 años, anhela “congregar” a Su Kehilá para llevar a cabo una obra que, aunque sencilla, es profundamente valiosa a Sus ojos.
Es fascinante ver cómo lo que vivimos hoy como comunidad se alinea tan estrechamente con las palabras de esta parashá. Justamente en este momento, nos encontramos en el proceso de adquirir un terreno que, una vez acondicionado, se convertirá en nuestra propia Tienda de Encuentro.
La construcción que realizaremos quizá no sea una obra maestra de la arquitectura ni una joya para la sociedad. No será como la moderna Catedral de Cristal en California, ni contará con un gran «pintor de techos» como Miguel Ángel en la Capilla Sixtina. Sin embargo, si miramos más allá de lo tangible, esta es una oportunidad invaluable para elevar nuestras vidas a un nivel espiritual más alto.
Al recordar mi experiencia durante este periodo de Purim, pienso en cómo dudé cuando surgió la oportunidad de unirme al equipo de utilería y participar en la creación de la escenografía aquel domingo. Ninguno de los actores del elenco había sido llamado para esa tarea; después de todo, ese no era mi equipo ni se esperaba mi participación. Sin embargo, algo dentro de mí me hizo reflexionar: «Si como parte del elenco voy a beneficiarme del trabajo de otros, ¿por qué no debería también contribuir con esta labor?»
«Sólo dos horas de mi tiempo», ese era mi plan.
A las 10 de la mañana, el material aún no llegaba… «¿Y entonces? Me están desperdiciando.»
¿Qué hacer? Decidí ir a los supermercados cercanos y conseguir cajas de cartón. Me esforcé, puse iniciativa, pero mi gran aporte no pareció impresionar a nadie. «¿Y hasta qué hora vamos a comenzar?», me preguntaba. «¿Acaso no podemos empezar con mi ‘humilde’ contribución?»
A las 11 de la mañana finalmente llegaron las cajas que todos estaban esperando. Y entonces lo entendí. Las cajas que yo había conseguido no se comparaban con estas cajas de más de dos metros de largo. Esas cajas no eran simples cajas… ¡fueron la base de todo!
Desde ese momento, todo fue «!manos a la obra!». Mi labor de “Miguel Ángel”, con brocha y rodillo en mano, no se comparó con la de Itzjak, un talentoso artista de nuestra comunidad. A mi lado también tenía un ayudante muy especial: Eliab, de solo seis años, quien, con su pequeño rodillo, pintaba a la par conmigo. ¡Fue genial!
Lo que inicialmente serían solo dos horas de “colaboración” se transformó en varias horas de auténtica diversión. Lamentablemente, tuve que detenerme cuando se hizo tarde y era momento de regresar a casa.
Pero qué experiencia tan hermosa viví aquel día… y por poco me la pierdo, solo por haber pensado de la manera equivocada.
En nuestra Kehilá, nos encontramos en la etapa de espera, aguardando a que lleguen nuestras propias «cajas». Pero en el contexto de la construcción de nuestra Tienda de Encuentro, ese recurso no es literalmente una caja, sino nuestro Majatzit HaShekel—esa contribución económica que cada uno de nosotros sabe que le corresponde aportar.
Aún Yeshua cuando estuvo en la tierra, en el momento en que se le solicitó su aporte, cumplió con este mandato.
¿Realmente le correspondía a Yeshua dar el Majatzit HaShekel? No, pues era el Hijo de Elohim.
¿Tenía disponible la moneda en su mano? Tampoco.
Entonces, ¿cómo la obtuvo? Por un acto de fe.
Su confianza en el Eterno demostró que Él puede proveer por medios completamente inusuales, incluso a través de una pesca. De hecho, este episodio representa otra pesca milagrosa en la Biblia, de la cual poco se habla. ¿Cómo es posible echar el anzuelo, atrapar un pez y que, entre millones de peces en el mar, justamente ese contenga la moneda que representa el impuesto del templo correspondiente a dos personas? No hay otra respuesta: fue la provisión divina en acción, resultado de un corazón dispuesto.
Si mantenemos nuestro corazón abierto y receptivo, estaremos en el momento perfecto para presenciar grandes milagros.
Así como yo anhelaba la llegada de las cajas para dar vida a nuestra escenografía, ahora espero con el mismo anhelo que los recursos necesarios para la construcción de nuestra Tienda de Encuentro lleguen oportunamente. Solo así, los artistas y sabios de corazón podrán desplegar toda su creatividad y dar forma a esta hermosa obra.
Que sea el Eterno quien transforme nuestros corazones, para que comprendamos cuánto anhela bendecirnos a través de hacer Su voluntad.
Que podamos mirar más allá de la obligación y descubrir que al obedecerle nos espera una profunda alegría en el corazón.
Que sea muy pronto el día en que nuestra obra de construcción se complete y felices podamos decir: “¡Que comience la función!”
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¡Shavúa Tov!