Ser o no ser… he aquí la cuestión
Por Familia Barrios Lara
“Todos podemos ser como Moshé o como el faraón, está en nuestras manos decidirlo… o más bien en nuestro corazón”
En el interior de cada uno de nosotros existe tanto la inclinación al bien (yetzer hatov) como la inclinación al mal (yetzer hara). El tenerlas es lo que nos da la posibilidad del libre albedrío, pues HaShem no nos creó como máquinas con respuestas automáticas, sino que nos da la posibilidad de elegir entre estas dos inclinaciones… y muestras abundantes de esto hay en la parasha de esta semana Shemot שׁמות (nombres) [Ex 1:1 – 6:1] en la que se narra como Moshé acepta ser el héroe de la historia como libertador de Israel, a la vez que el Faraón decide ser el villano, oprimiendo al pueblo.
Hay un viejo proverbio judío que dice que “del cielo te envían ayuda para cumplir el camino que has decidido”, es decir que, cuando alguien decide hacer lo bueno desde el cielo lo favorecen, pero también aplica al contrario. Este contraste lo podemos ver en el Faraón y su hija Batía. Por un lado el Faraón empezó oprimiendo al pueblo [Ex 1:11], luego ordenó que las parteras mataran los niños [Ex 1:15-16] y al ver que no funcionaba ordenó que tiraran los recién nacidos hebreos al rio [Ex 1:22]… pero su maldad no termina allí, una vez que Moshé se le presenta y pide que deje ir al pueblo, el Faraón se niega en repetidas veces pese a ver la mano poderosa del Eterno [Ex 5:2, 7:23, 8:15] por lo que entonces el Eterno decide endurecer el corazón del Faraón [Ex 7:3]…. Un momento ¿No se supone que HaShem quería que su pueblo fuera libre? ¿No hubiese sido mejor que ablandara al Faraón para liberar al pueblo? La respuesta misma la da el Eterno “endureceré el corazón de Faraón para multiplicar mis señales y prodigios” [Ex 7:3], pero no es que el Faraón haya sido una “víctima” de este plan sino que, ya que él tomó la decisión de endurecer su corazón y no pensaba cambiar, HaShem solo potenció esta circunstancia para manifestar su gloria.
En Batía, la hija del Faraón está el ejemplo contrario. Los padres de Moshé sólo pudieron ocultarlo 3 meses, así que su madre lo colocó en una cesta de juncos en el río Nilo, de donde lo rescata la hija del Faraón [Ex 2:2-6]. El midrash dice que la criada que bajó a rescatar la cesta no alcanzaba a tomarla, pero que el deseo de Batía era tan fuerte por rescatar al niño que HaShem hizo un milagro y permitió que la mano se alargará para que pudiera alcanzar la cesta.
Tanto la bondad como la maldad, tienen un camino que se recorre día tras día. Contrario a la teoría de Rousseau de que “el hombre nace bueno y la sociedad lo corrompe”, desde la Torá aprendemos que cada quien tiene la opción de decidir si hace lo bueno: “el pecado está en la puerta y te codicia, pero tú debes dominarlo” [Gn 4:7]. De hecho la inclinación al mal es evidente en los niños desde pequeños: los celos entre hermanos, el egoísmo (todo es mío), golpear a otros, no obedecer… todos los niños tienen esto, pero es tarea de los padres hacer que la inclinación al mal mengüe y que crezca la inclinación al bien ¿cómo? transmitiendo la Torá mediante el amor, la disciplina y el ejemplo. Esto debió ser lo que le transmitió Yocabed –la mamá de Moshé- a sus hijos, pues luego de que Batía lo rescata, Myriam la hermana de Moshé le ofrece una nodriza, así que Moshé termina siendo criado por su propia madre [Ex 2:7-9] y escogiendo el camino del bien y el servicio al Eterno, aunque pudo escoger permanecer cómodo en Egipto al servicio del Faraón.
Pero la maldad también tiene su propio camino. Nadie es bueno ni malo de la noche a la mañana, por ejemplo el Faraón empezó con la ingratitud: “se levantó sobre Egipto un nuevo Faraón que no había conocido a Yosef” [Ex 1:8] ¿Cómo podía desconocer a Yosef? Ser Faraón requería una preparación en política, geografía y por supuesto historia, por lo que tuvo que haber estudiado lo que hizo Yosef en tiempos de hambruna para salvar a Egipto… esto no era un problema de amnesia… era un problema de ingratitud. Él desconoció en su corazón la ayuda recibida, y si no podemos reconocer la ayuda de los otros que vemos, terminaremos desconociendo a Di-s a quien no vemos, tal como le pasó a Faraón que negó a Di-s [Ex 5:3].
Lo que hagamos –tanto bueno como malo- no solo afecta nuestro presente, sino que trasciende a nuestro alrededor y a nuestras generaciones. Así, las malas decisiones del Faraón no solo impactaron en desgracia para Egipto sino que incluso le costó la vida de su primogénito [Ex 12:29]. Mientras, por el otro lado, la bondad de una de las parteras al no matar a los recién nacidos varones de Israel [Ex 1:17], les permitió salvar al pueblo y le dio el mérito a una de ellas para convertirse en la mamá de Moshé, y de este modo transmitir a él esta bondad y que se levantará como el libertador de Israel.
Pero no basta con ejercer la bondad, sino que es importante el por qué lo hacemos. Yeshúa nos enseña “así brille su luz delante de los hombres, para que vean sus buenas obras y glorifiquen a su padre que está en el cielo” [Mt 5:16], este debe ser el verdadero propósito de hacer el bien, no el sentirnos bien, ni que otros nos reconozcan sino que la bondad traiga el reino de Di-s a la tierra y así el nombre del Eterno sea glorificado.
Desde el judaísmo existen además los niveles de tzedaká , caridad (Mishné torá, leyes de la caridad 10: 7-14). El nivel más bajo está en aquel que da de mala gana, le sigue quien da de forma inadecuada pero de buena gana y con una sonrisa. Por encima está quien da a una persona pobre cuando está se lo pide. Luego está quien da a una persona pobre antes de que ésta pida. Mejor que esto es cuando uno no sabe a quién da, pero quien recibe si sabe quién lo está ayudando. Un nivel superior es cuando uno sabe a quién bendice, pero el beneficiado desconoce quién lo está ayudando. Mayor es cuando se da sin saber a quien se le da, y quien recibe no sabe de dónde viene, pues se considera que hacer esto es exclusivamente en honor de los cielos. Y por encima está el poder ayudar de tal modo que esta persona ya no necesite depender de nadie más para seguir adelante.
Sin embargo Yeshúa nos pone un nivel más alto “Ustedes han oído que se dijo: “Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo”. Pero yo les digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen, para que sean hijos de su Padre que está en el cielo. Él hace que salga el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos” [Mt 5:43-45]. Esa es la bondad verdadera, no guardar odio en nuestro corazón, todos podemos ser como Moshé o como el faraón, está en nuestras manos decidirlo… o más bien en nuestro corazón.
Shavua tov!
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Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.