¿QUIEN QUIERE SER MILLONARIO?

Por: Carolina Aguirre

¿Qué lecciones podemos encontrar en esta parashá relacionadas con el tema de las riquezas?

El tema de convertirse en un millonario es un tema que realmente vende. Hay miles de personas que te hacen creer que son millonarias y que están dispuestos a compartir sus secretos contigo si tan solo les prestas atención y al final obviamente también tu dinero.

Las promesas para hacerte millonario van desde la ley de la atracción, las frecuencias milagrosas, oraciones mantra, declaración de afirmaciones positivas, hasta cosas en donde prometen enseñarte métodos únicos y ganadores en diferentes áreas: marketing disruptivo, inversiones en bitcoin, bienes raíces, mercado bursátil o en cualquier otra cosa que requiera más esfuerzo que un simple amuleto.

Dependiendo de la inclinación de la persona, así mismo escogerá el método para intentar volverse millonario, ya sea por medio de la suerte o del esfuerzo propio, pero al final, aunque el ser humano no logre convertirse en millonario por lo general estará atraído a las riquezas, pues ellas son el medio conocido para obtener el bienestar físico.

No hay nada malo en querer tener un bienestar económico, sin embargo, el dinero es un tema que va ligado al corazón y al final nos puede alejar de nuestro propósito último sobre esta tierra.

En la Biblia encontramos varios ejemplos de personajes justos supremamente ricos como los patriarcas Avraham, Itzjak y Iakov, así como José en la tierra de Egipto, y el justo Job. Sin embargo, nos encontramos también con el caso de Salomón, de quien la Biblia nos dice que sobrepasó la riqueza de todos los demás reyes de la tierra, y quien hizo que la plata fuera tan común y corriente en su época como las piedras. 1 Reyes 10:14-29.

Conocemos el comienzo de la vida de Salomón, quien tuvo como única petición recibir sabiduría para gobernar a su pueblo. Esta petición fue aceptada por el Eterno quien le dijo que además le daría lo que no le había pedido: riquezas y fama. Sin embargo, el final de la historia Salomón no fue la mejor a pesar de haberlo tenido todo terrenalmente hablando.

En esta parashá, específicamente en el capítulo 8 del libro de Deuteronomio, encontramos varias referencias al tema de las riquezas que básicamente parecieran tocar un punto fundamental y es el papel que las riquezas tienen sobre nuestro corazón.

El dinero parece ser utilizado no solo como un medio de transacción en el ámbito terrenal sino además como un medio divino para probar lo que hay en nuestro corazón. Tener en
abundancia o carecer de lo necesario parece tener grandes efectos en nosotros.

En el caso de la pobreza encuentro que aparecen dos caminos: Uno es el camino que conduce al mal y del cual habla Agur en el libro de Proverbios capítulo 30 versículo 9 diciendo que la pobreza podría guiar a una persona a hurtar y a blasfemar contra Dios.

Esta parashá nos muestra que fue el Eterno mismo quien decidió llevar a su pueblo por el desierto para afligirlos y hacerlos tener hambre para saber que había en el corazón de ellos.
Deuteronomio 8:2-3.

Por medio de las parashot anteriores podemos recordar que efectivamente, en el momento que los israelitas se enfrentaron a la sed y al hambre la reacción del pueblo fue la de quejarse y de murmurar. Esa es de hecho la reacción humana, no solamente la de los israelitas sino la de la mayoría de los seres humanos cuando nos enfrentamos a la escasez.

El segundo camino al que nos puede conducir la pobreza es realmente a buscar de Dios y a entender que las palabras de Dios son fuente de provisión no solo en el área espiritual sino también en la física. Por medio de la escasez Dios desea hacernos entender que no solo de lo material vivimos sino que es posible vivir creyendo en sus promesas para ver la mano sobrenatural de Dios. “Y te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres la habían conocido, para hacerte saber que no solo de pan vivirá el hombre, mas de todo lo que sale de la boca de Adonai vivirá el hombre.”
Deuteronomio 8:3

Por otra parte encuentro que en el caso de las riquezas hay un camino de cambio y otro estático.

El camino del cambio es uno conducente al mal, en donde la persona rica se llena de orgullo al creer que por causa de su inteligencia y esfuerzo es que ha adquirido las riquezas, alejándose de Dios. Llegar a este punto de engaño parece no ser tan difícil, y de hecho en esta parashá el Eterno advierte a su pueblo a cuidarse de caer en este error.

“Cuídate de no olvidarte de Adonai tu Elohim, para cumplir sus mandamientos, sus decretos y sus estatutos que yo te ordeno hoy; no suceda que comas y te sacies, y edifiques buenas casas en que habites, y tus vacas y tus ovejas se aumenten, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tuvieres se aumente; y se enorgullezca tu corazón, y te olvides de Adonai tu Dios.” Deuteronomio 8:11-14

El camino al que llamo estático en el caso de las riquezas, lo considero así porque hasta el momento no he encontrado referencias ni en la Biblia, ni en experiencias de personas, que debido a sus abundantes riquezas se hayan propuesto a buscar y a acercarse más a Dios.
Pueden continuar con su estado presente de espiritualidad, pero no son impulsados por las riquezas a buscar con mayor vehemencia de las cosas espirituales.

Es la necesidad la que por lo general mueve a las personas a buscar y a acercarse al Eterno.
Considero que en ese caso la necesidad se convierte en una bendición para la persona ya que le abre el camino a un ascenso espiritual, cosa que no ocurre en el caso de la abundancia.

De hecho, Deuteronomio 8:16 dice que el Eterno afligió y probó a su pueblo en el desierto, para a la postre hacerles bien. En general, es por medio de las dificultades que muchos nos acercamos a Dios.

Tocante al propósito de las riquezas, encontramos en Deuteronomio 8:18 la famosa frase: “Acuérdate de Adonai tu Elohim, porque él te da el poder para hacer las riquezas.” Este versículo es bastante conocido, sin embargo, la parte final tendemos a pasarla por alto ya que nuestros ojos inconscientemente tienden a centrarse solo en la palabra: riquezas.

De hecho, la parte final de este versículo es muy importante ya que nos habla sobre el propósito de las riquezas. En hebreo la palabra conectora utilizada en este versículo es לְמַעַן (Lemaan) que significa: a fin de que. El versículo completo de Deuteronomio 8:18 dice: “Antes acuérdate de Adonai tu Elohim; porque Él te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.”

Aquí encontramos un propósito adicional para las riquezas y es el de que por medio de ellas se confirme el pacto que fue jurado a los patriarcas. Podemos ver que el Eterno le concede a ciertas personas el poder para crear riquezas con el propósito de que estas tengan un gran impacto en el ámbito espiritual.

Una forma más elevada de ver las riquezas es verlas no solo como un medio para lograr un bienestar físico sino con la proyección de que estas puedan impactar al reino de Dios.

¿Para que deseamos realmente las riquezas? ¿Para extender el reino de Dios sobre la tierra o para nuestro propio beneficio? Hallar provisión en la pobreza tiene el potencial de acercarnos a Dios, sin embargo, encontrar la riqueza puede representar un peligro en el que nos alejemos de Él.

Agur fue un hombre para quien su relación con el Creador era más importante que las riquezas y por lo tanto expresó en Proverbios 30:8-9: “No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Adonai? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Elohim.”

Todos somos diferentes y muchas veces no sabemos cómo podremos reaccionar ante la riqueza o a la pobreza, por eso pidámosle al Eterno, quien realmente nos conoce, que nos dé materialmente lo que sea de mayor beneficio para nuestra área espiritual.

Shavua Tov

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Carolina Aguirre

Soy comunitaria de Yovel y profesora de Benei Mitzvah.