Espejito espejito… ¿puedes decirme como educar a mi hijito?
Por Familia Barrios Lara
«Si es un reto para nosotros mantenernos en obediencia a Di-s… ¿Cómo podemos lograr trasmitirle este reto y compromiso a nuestros hijos?»
La parashá de esta semana Nitzavim [Dt 29:9-30:20], enfatiza una y otra vez en el interés que tiene Di-s sobre nuestra descendencia, al recordarnos que estamos delante de él con nuestros hijos [Dt 29:10], con los cuales también se ha celebrado su pacto [Dt 29:14] y para quienes hay revelación [Dt 29:28], circuncisión de corazón [Dt 30:6] y su bendición [Dt 30:9]. Sin embargo, estas promesas están sujetas a amarle, escuchar su voz y seguir sus caminos [Dt 30:20] y si es un reto para nosotros mantenernos en obediencia a él… ¿Cómo podemos lograr trasmitirle este reto y compromiso a nuestros hijos?
Lo primero que hay que aclarar es que la educación es responsabilidad ciento por ciento de los padres… no de los abuelos, no de la congregación y no de las niñeras… ¡Y menos de la escuela! La escuela informa pero son los padres los que forman. Tan así es que en el corazón del shema nos recuerdan que “y los repetirás (estos mandamientos) a tus hijos estando en casa, y andando por el camino, al acostarte y cuando te levantes” [Dt 6:6-7]. Eso implica que en todo tiempo y en todo lugar estamos educando.
Y el mejor maestro es el ejemplo, pues, cuando los padres nos comportamos adecuadamente es de esperar que los hijos se comporten adecuadamente, por eso HaShem nos enseña “Sean santos como yo soy santo” [Lev 19:2]; del tal modo que somos capaces de dar a nuestros hijos, solamente aquello que tenemos. Si ellos son desobedientes, debemos reflexionar en que nos falta obediencia y por eso no podemos transmitirla. Así como un niño aprende a cepillarse los dientes cuando sus padres lo hacen con él y no solo cuando lo mandan, igualmente un niño aprende a ser respetuoso, solo si su padre es respetuoso de todo, y no solo cuando está a solas con el niño (entiéndase normas de tránsito, semáforos, autoridad del jefe, etc). Igualmente, si hay una adecuada comunicación ente los padres –sin gritos, frases irónicas y con respeto-, será más sencillo lograr una adecuada comunicación con los hijos.
A continuación van algunos tips, en lo que respecta a educación y crianza, se basan en el modelo bíblico de educación, así que la invitación es a que los leas, reflexiones en ellos y apliques lo que corresponde a tu caso. Si hay cosas por mejorar ¡Bienvenido! En ese camino estamos. La palabra debe ayudarnos a encontrar nuestros errores, para arrepentirnos en oración, amparados en que en Yeshua podemos tener perdón, redención y sabiduría para hacer rectificación [Efe 1:7-8] ¡Adelante!
1. Reconocer la mala inclinación
Todos nosotros estamos compuestos por la inclinación al bien (yetzer hatov) y la inclinación al mal (yetzer hara). Incluso un bebe o un niño pequeño la tiene “porque el hombre nace como un asno salvaje” [Gn 8:21] y “los pensamientos del hombre son malos desde su juventud” [Job 11:12]. Ya que toda la vida nos va a acompañar la inclinación al mal, es nuestra tarea enseñarles a luchar contra esta, y una estrategia es promover el bien con nuestras palabras màs que reprender el mal, por ejemplo “ves que bueno es compartir con tu hermano” en vez de “eres egoísta porque no le prestas a tu hermano”. Tanto Yeshua [Mt 5:3-12] como el rey David [Slm 1: 1-3,37:29-34, entre otros] llamaban felices a los que cumplían mandamientos.
2. No tomarse las cosas personalmente
Ya que la inclinación al mal también hace parte de los niños, es importante no tomarse las cosas personalmente, y dejar de pensar que cada acto del niño o del joven, es una fría planificación en contra de los padres. Incluso cuando un adolescente dice “te odio, eres lo peor, no quiero ser tu hijo, etc” es importante entender que no es ese su verdadero sentimiento sino que obedece a una reacción ante un suceso. Cuando la palabra nos pide juzgar con rectitud al prójimo [Lv 19:15], a quien se juzga es a aquellos que se equivocan no a quienes hacen las cosas bien, por lo que es importante preguntarse ¿por qué ocurrió esto?¿Fue un accidente (como cuando un niño riega algo o hace un daño)?¿Es falta de conocimiento? O ¿es su inclinación al mal? Entender el origen de lo que ocurrió, le ayudará a tranquilizarse, no tomarse las cosas personalmente y tal vez lo más complicado…
3. No se enoje
Quizá este sea el punto más difícil para muchos. El hombre que domina su ira es comparado con aquel que conquista una ciudad [Pv 16:32, 25:28]. Para educar se necesita el amor y no la rabia, para poder transmitir correctamente el mensaje. Nuestro cerebro tiene un circuito de recompensa llamado el sistema límbico, el cual, cada vez que recibimos algo agradable nos regala una descarga de dopamina, que produce en nosotros una sensación de placer. Este circuito está íntimamente comunicado con las regiones que controlan la memoria. Es por eso que es más fácil aprender algo, en un ambiente agradable, con música y amigos, que en un ambiente tenso con presión. Cuando los niños se educan con rabia, pueden adiestrarse es decir comportarse adecuadamente con una mirada de sus padres, pero descontrolarse en cuanto ellos no están. Pero educar implica transmitir valores y conductas, y para esto se necesita amor y paciencia. No digo, que no haya cosas que molesten, pero en ese caso ¡detengase! Y pregúntese ¿La reacción que va a tomar es para educar a su hijo o para descargar su ira en él? Analice que fue lo que paso.
4. Reconocer el fracaso como parte del proceso
Muchas veces nos castigamos y culpamos por los errores de nuestros hijos. Nos sentimos los peores padres, fracasados y que no seremos capaces de educarlos con éxito. ¡Nada más lesivo que esto! La auto persecución, nos hace estar más nerviosos y tensionados, haciendo que cada falta de los niños se vuelva algo personal, la reprensión se vuelve críticas o castigos destructivos que generan un daño emocional en los niños, haciendo que fallen nuevamente, y con esto sintiéndonos más fracasados e impotentes, volviendo la situación un círculo vicioso. Esta visión de las cosas es una falta de fe y confianza en Di-s, pues si creemos que Él es el creador de todo [Is 44:24] y tiene control sobre todo [Dt 4:39]; debemos reconocer que Él es quien todo lo permite -incluso las faltas de nuestros hijos-, que todo nos ayuda para bien [Rom 8:28] y solo así encontraremos el propósito de lo que está ocurriendo.
5. No lo avergüence
No hay nada más lesivo para la autoestima que el escarnio público. Yeshúa enseño que “cualquiera que insulte a su prójimo deberá comparecer ante la asamblea, y cualquiera que lo maldiga se expone al fuego del infierno” {Mt 5:22]. Al analizar este versículo en otras traducciones, encontramos que para insultar y maldecir, se usan términos como “cualquiera que lo llame raca [LBA, RV, LBJ], idiota [LBA, NBLA], insensato [NBLA], fatuo [RVA, LBJ]…”, tal vez la palabra raca no nos sea familiar pero si necio, cabeza hueca, inútil que son sus significados. Entendiendo que nuestro prójimo más próximo son nuestros hijos ¿cuántas veces hemos usado palabras como estás – o peores- al reprenderlos? ¿O los hemos avergonzado al al hacerlo delante de familiares o amigos?
6. Recordar aspectos positivos
Muchas maldiciones y castigos pueden venir a nuestra vida cuando no servimos a Hashem con alegría [Dt 28:47] y la educación a los hijos es el principal servicio que venimos a prestar a este mundo. Del mismo modo, cuando debemos reprender a nuestros hijos, es importante hacerlo con alegría y no con enojo ¿cómo? Enfocándonos en dos aspectos: la gratitud y la alegría. Cuando reconocemos que en medio de esa travesura o mal comportamiento, están también las cualidades de nuestros hijos que nos hacen sonreír, eso hará más fácil la tarea. En el caso particular de los adolescentes, se puede usar el “método del sándwich” es decir, iniciar con algo positivo, colocar los aspectos negativos en la mitad y luego terminar con los aspectos positivos que le pueden motivar a hacer corrección y arrepentimiento.
7. Critique los hechos/actitudes y no a las personas
Somos hechos a imagen y semejanza de Di-s [Gn 1:27]. Eso significa que aún el malvado más malvado, puede agradecer cada día por su alma, porque cada uno de nosotros tiene un alma, que no es más que una parte misma de Hashem, una chispa divina. Nuestros hijos, al igual que nosotros cometen errores, y es importante juzgar sus actos y sus actitudes, pero no su alma. Además desde la neurolingüística, se ha comprobado que una frase repetida múltiples veces puede condicionar el comportamiento de una persona, así que si llamamos a nuestros hijos “necios, desordenados, malgeniados, etc” no es de extrañar que se comporten así. Es diferente decir “tú eres ordenado, pero este cuarto está muy desordenado” o “tú eres respetuoso, ¿por qué trataste a tu abuela de una forma grosera?”. Al juzgar los hechos les damos la oportunidad de cambiar, y no etiquetarlo con palabras o frases que condicionan un mal comportamiento.
8. Tenga límites claros desde el comienzo
Cada niño tiene un propio camino en el cuál debe ser educado [Pv 22:6], y aunque es necesario orar para tener las estrategias que funcionen mejor con cada hijo, en casa deben haber reglas claras y consistentes sobre aspectos generales del comportamiento y la moral. Los niños y adolescentes, necesitan saber que hay adultos a cargo de la situación, esto les evita la ansiedad y les ayuda a estar más tranquilos. Las reglas deben ser consistentes, es decir que todos los adultos a cargo las deben cumplir de la misma forma. Los padres no se deben contradecir entre ellos, y cuando hayan diferencias en decisiones, correcciones o temas de educación; éstas se deben resolver a solas y nunca delante de los hijos; pero cuando uno de los padres permite y el otro prohíbe, les da brecha para desobedecer y portarse mal. Sobre todo, para los niños pequeños, no es fácil entender porque a veces si cumplimos reglas y porque a veces no (por ejemplo habitualmente no les prestamos el celular, pero cuando necesitamos que estén quietos se los damos). Obviamente las reglas empiezan siempre desde el ejemplo personal (por ej. No comer frente al televisor o cepillarse los dientes).
9. Las consecuencias también deben ser claras desde el comienzo
No se trata de tener un código penal en casa, pero si debe haber un mínimo de consecuencias establecidas al romper las reglas. En Deuteronomio 28, hay una exposición clara por parte de Di-s de las recompensas que recibimos fruto de la obediencia [Dt 28:1-14] y del mismo modo de las consecuencias o castigos por la desobediencia [Dt 28:15-68]. No está mal recompensar a los niños, pero es importante que no todo sea recompensa, y enseñarles que por encima de los premios físicos esta la satisfacción del deber cumplido, y la alegría de los padres y de Hashem por la obediencia. Al igual, es importante que las palabras de estímulo, sean un reconocimiento más importante que los mimos, y por supuesto más que los regalo. Igualmente, es importante agradecer a nuestros hijos por cada cosa que ellos hacen –por pequeña que parezca- porque de esta forma les enseñaremos a ser agradecidos “así que den gracias por todo” [1 Tes 5:18]. Y en el caso de los castigos ¿qué pasa cuando una consecuencia no está definida? La mejor opción, sobre todo con los adolescentes y los niños más grandes es enseñarles el concepto de restitución, por ejemplo ¿Qué puedes hacer por tu hermano, ya que lo ofendiste?
10. Valide los sentimientos de su hijo
Como adultos reconocemos que tenemos ira, miedo, tristeza, etc… Pero ¿Qué pasa con los niños? ¿Cuántas veces les hemos dicho: “no te enojes” “no sientas miedo” “no tienes que estar triste”? “Amar al prójimo como a uno mismo” [Lv 19:18] implica reconocer los sentimientos que tiene el otro así como reconocemos nuestros propios sentimientos. Cuando anulas los sentimientos de otro, esto equivale a anular al otro en su esencia, lo cual, es muy destructivo para la autoestima. Es importante no solo reconocer los sentimientos, sino enseñarles a ponerles nombre. Una de las causas de las pataletas en los niños pequeños, es porque no logran expresar lo que sienten –a propósito, a las mujeres también les pasa-. Cuando su hijo tenga una rabieta, o esté ausente, o molesto, o triste; ayúdele a ponerle nombre a lo que está sintiendo, y valide ese sentimiento “entiendo que te sientas… molesto, triste, etc.” Luego intente encontrar junto a él la causa. En los adolescentes puede pasar que la respuesta sea “no se” y también es válido, la tormenta de hormonas que se genera puede producir sensaciones que a veces no se saben describir. O tal vez, la razón no sea válida, ni tan grave para usted, pero eso no significa que no lo sea para su hijo; así que no la menosprecie. Finalmente ayúdele a encontrar una solución, dentro de eso es reconocer que los demás (padres, hermanos) no pueden pagar por sus emociones. También identificar si hay una posible salida y como llevarla a cabo, o entender que hay cosas que no tienen solución… el fracaso es parte del proceso de aprendizaje.
Un comentario final…
Estas reflexiones son fruto del tiempo de estudio en familia, tiempos de oración y procesos en los que hemos tenido aciertos y equivocaciones. Nuestros hijos aún son pequeños y vamos de la mano con Di-s entendiendo que son un tesoro que se nos ha confiado y nuestra responsabilidad es educarlos de la mejor manera. Estos tips no son una receta de cocina, más bien, queremos motivarlos a que aprendan sobre el tema, e inicien su propio camino de oración, estudio de la palabra y corrección; para de esta forma transmitir el camino de la fe a nuestros hijos y asegurar su éxito en este mundo y en el mundo venidero.
¡Shavua tov!
Basados en: Educación con amor, R Shalom Arush. Reflexiones en torno a crianza y educación ppr Emuna Braveman y Laureen Roth, disponibles en aish latino.
Por Familia Barrios Lara