Celebrando la libertad
Por Natalia Lara
Del por qué servimos cuatro copas en Pesaj y por qué con Mashiaj algún día brindaremos con la quinta.
La fiesta de Pesaj que se celebra el 14 de Nisan, no solo conmemora la salida de los israelitas desde Egipto hace más de 3300 años (1313 a. EC. aproximadamente), sino que es el cumplimiento de las promesas del Eterno, tanto de liberar a su pueblo como de redimir a la humanidad entera.
Al principio de este capítulo de la historia, justo después de que Moshé vuelve a Egipto con la misión de liberar al pueblo, Hashem le habla de su “campaña libertadora”: “Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy Hashem; y yo los sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y los libraré de su servidumbre, y los redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes. Los traeré a mí, y yo seré su Di-s” [Ex 6:6-7]. Este proceso se ha llamado por los sabios de la Torá como las cuatro razones, las cuatro etapas, los cuatro idiomas de la redención o las cuatro redenciones (Talmud palestino).
Este versículo empieza con la palabra לכן laken que en su esencia proviene de la palabra כן ken (S.3651) que significa correcto, verídico, verdadero. Es como si Di-s estuviese levantando la mano y haciendo una especie de juramento para ratificar su promesa (Or Hajaim)1. Hashem compromete su nombre en esta promesa, pues no solo inicia con “Yo soy” sino que usa el tetragrama (las cuatro letras del nombre sagrado), esto para recordarles a los israelitas que si va a liberarlos es porque es fiel a su palabra pues ya le había prometido a Abraham que Él los sacaría de Egipto [Gn 15:14] (Rashi, Rabbeynu Bahya)1. De hecho, es así como se le revela a Moshé en la zarza: “Así dirás a los hijos de Israel: Yo Soy me ha enviado a vosotros…Hashem, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob” [Ex 3:14-15].
Luego de esto, Di-s pudo sencillamente haber dicho “voy a liberarlos”, pero se extendió en describir este proceso diciendo “haré esto, y esto, y esto y esto” ¿Por qué? Fue para mostrarnos un conocimiento de sí mismo que no se había revelado previamente (Sforno)1. De hecho aquí, Hashem usa el tetragrama aludiendo a su atributo de Misericordia, pues fue este suceso el que permitió que se generalizará el conocimiento del Eterno a través de este atributo (Or Hajaim)1.
La primera redención es “Te sacaré de debajo del trabajo duro de Egipto”, aquí se usa el verbo יָצָא yatsa (S. 3318: salir, ir, traer fuera, directo). Hashem prometió que no solo los sacaría de la tierra de Egipto para que no sufrieran más (Ramban)1, sino que no volverían a experimentar la obligación de realizar trabajo de esclavos (Rabbeynu Bahya,Tur HaAroch)1. Su cumplimiento comenzó luego de la plaga de la sangre, con un cese inmediato del trabajo duro que hacían, dando lugar a la dispersión de los capataces, aunque los israelitas continuaron realizando otras tareas para los egipcios. (Sforno, Or Hajaim)1.
Al ver que esta promesa aún dejaba abierta la posibilidad de que después de salir de Egipto, los israelitas continuaran sometidos de otras maneras; Hashem agregó una segunda redención: “Te libraré de su esclavitud”. El verbo que se usa aquí es נָצַל natsal (S. 5337: librar, despojar, saquear, entregar a uno mismo, arrebatar). Esto significó que los israelitas ya no serían legalmente inferiores a los egipcios ni que estarían subyugados a ningún otro gobierno (Tur HaAroch, Rabbeynu Bahya)1. En la práctica implicó, que los egipcios no tuviesen ya, más dominio sobre los israelitas pues no podían retenerlos en su país, ni someterlos a hacer trabajo forzado ni otros trabajos, ni obligarles a pagar impuestos (Ramban, Or Hajaim)1. Esta situación duró medio año, pues, aunque el trabajo como esclavos cesó el primero de Tishrei (Rosh Hashana 11) la salida de Egipto fue hasta el 15 de Nisan, seis meses y medio después.
La tercera redención: “Te redimiré” se refiere a la salida física de los israelitas del país. El verbo que se usa aquí es גָּאַל gaal (S. 1350: liberar, redimir, actuar como pariente). Pero no se trata de cualquier redención, sino que tiene dos características muy particulares. Primero, connota un intercambio, pues Hashem puso a juicio a los egipcios hasta que estos no solo liberaron a los israelitas para no soportar más plagas, sino que incluso se ofrecieron a intercambiar a los hijos de Israel por sus vidas (Tur HaAroch, Ramban)1.
Tal como ocurrió luego de la muerte de los primogénitos egipcios: “El pueblo egipcio, por su parte, instaba a los israelitas a que abandonaran pronto el país. «De lo contrario —decían—, ¡podemos darnos por muertos!»” [Ex 12:33]. Segundo, implica el fin de la persecución, por lo que incluye no solo la salida de Egipto, sino la división del mar y la muerte de los egipcios ahogados cuando este se cerró [Ex 14:30]; pues fue ahí que se completó la salvación, ya que sólo después de la muerte de los que los esclavizaron fue que los esclavos fueron realmente libres; eliminando no solo el miedo de los israelitas, sino también su mentalidad de esclavos. Se trató entonces, no solo de una liberación física sino sobre todo de una liberación mental (Or Hajaim, Rabbeynu Bahya, Sforno)1.
Pero aún falta una redención, pues el proceso de liberación no termina con la muerte de los egipcios, sino que una pregunta apenas lógica surge, pues… “somos Libres… pero ¿libres para qué?” Es entonces cuando aparece la cuarta redención “Te traeré a mí y seré tu Di-s” [Ex 6:7], haciendo referencia a la entrega de la Torá, en el Monte Sinaí (Torah temimah on torah, Rabbeynu Bahya, Or Hajaim)1.
¡Un momento! ¿No se supone que Di-s los iba a liberar? ¿Que iban a ser dueños de ellos mismos? ¿Que por fin podrían hacer lo que quisieran? Entonces… ¿Por qué tantas normas, preceptos y leyes? ¿Por qué decirnos qué hacer y qué no hacer, qué comer y qué no comer, cómo vestirnos, cómo hablar, etc.? … No sé si estas preguntas pasaron por la mente de los israelitas, pero probablemente sí han pasado por la mente de muchos de nosotros en el proceso de acercarnos al Eterno. Y es que libertad – contrario a lo que muchos pensarían – no es ausencia de autoridad, sino precisamente lo contrario: sujetarse a la autoridad para cumplir el propósito por el cual fuimos creados. Permítanme explicarlo con un ejemplo: un automóvil puede sentirse “libre” cuando corre por las calles a toda velocidad sin necesidad de respetar las normas para conducir … pero si todos los automóviles hicieran esto, solo ocasionarían choques y accidentes; mientras que, si obedecen las señales de tránsito, pueden cumplir el propósito por el cual fueron creados que es para transportar personas y carga.
Del mismo modo, la razón por la que somos liberados, por la que Hashem dijo: «Te sacaré, te salvaré y te redimiré” es para cumplir esa cuarta redención: “Te traeré a mí y seré tu Di-s”. Si somos libres es para servirle y así cumplir el propósito por el que fuimos creados: para alabar su gloria [Efe 1:6]. Por eso, cuando Hashem le habló a Moshé por primera vez en la zarza le dijo: “Esto te servirá como señal de que yo te he enviado: Cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, servirán a Dios en este monte” [Ex 3:12]. El propósito de que el pueblo se libertara de Egipto fue para servir a Hashem.
Cada celebración de Pesaj bebemos cuatro copas de vino que nos recuerdan estas cuatro redenciones: son cuatro copas de acción de gracias por lo afortunados que somos, no sólo por salir de la esclavitud (Torah temimah on torah)1, sino por ser su especial posesión y poder adorarle, no por nuestro mérito, sino porque a él le plació hacerlo [Dt 7:7-8]. “¿Cómo puedo pagarle al Señor por tanta bondad que me ha mostrado?¡Tan solo brindando con la copa de salvación e invocando el nombre del Señor!” [Slm 116:12-13].
Pero hay una redención más de la que nos habla este relato “Y los llevaré a la tierra que juré a Abraham, Isaac y Jacob” [Ex 6:8]… ¿Por qué no hay copa de agradecimiento por esta redención, si finalmente el pueblo de Israel conquistó la tierra prometida? Creo que la respuesta la da Rab. Shaul, quien habla de que, aunque Abraham, Isaac y Jacob habitaron en Canaán, confesaron que eran extranjeros y peregrinos en la tierra pues anhelaban no esa patria, sino una ciudad de cimientos sólidos, la patria celestial [Hb 11:8-15]. Es solo en el mundo venidero, el Olam haba, en donde será completada nuestra redención.
En Yeshúa se cumplen no sólo las cuatro redenciones y la entrada a la patria celestial, sino el plan completo de Hashem para redimir a la humanidad: desde la promesa hecha a Java (Eva) de que su simiente aplastaría la serpiente [Gn 3:15] hasta la promesa hecha a Abraham de que en su descendencia las familias serían injertadas para ser bendecidas [Gn 12:3]. Yeshúa es el profeta que Hashem prometió a Moshé [Ex 18:18], el renuevo del que habla el profeta Isaías que cargó con nuestras transgresiones y fue ofrecido como sacrificio por el pecado [Is 53:5-12].
Si su muerte fue en Pesaj, es para recordarnos que, en Él, las redenciones de Egipto se hacen prácticas en nuestra vida: nos saca de la servidumbre al pecado – te sacaré -, nos libera de su yugo espiritual – te salvaré -, intercambia su vida por nosotros y paga el precio de nuestra culpa – te redimiré – y nos reconcilia con Hashem – te traeré a mí – … Pero además en su nombre, podemos levantar la copa de la quinta redención, pues no sólo nos hace libres para poderle servir, sino que nos da la entrada a la patria celestial, a la vida Eterna, al Olam Haba: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” [Jn 11:25-26].
Dedicado a mi mamá y a Laura mi hermana, por lo que significó el 9 de abril del 2009 (15 Nisan 5779).
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Referencias:
Éxodo 6:6 con comentarios. En:
https://www.sefaria.org/Exodus.6.6?lang=bi&with=Commentary&lang2=bi