Sed santos porque yo soy santo

Por: Martha Tarazona

“La santidad de los hombres es el supremo objetivo de legislación de la Toráh” [Ex.12:17]

La parashá Kedoshim inicia con una orden del eterno: Habló HaShem a Moisés, diciendo: Habla a toda la congregación de los hijos de Israel, y diles: Santos seréis, porque santo soy yo HaShem vuestro Dios. [Lev. 19:1-2].

En la lectura de la Haftarah, el profeta Ezequiel narra la salida del pueblo de Egipto y como HaShem se dio a conocer a su pueblo, pero ellos no quisieron dejar sus ídolos.

“y diles: Así ha dicho HaShem el Señor: El día que escogí a Israel, y que alcé mi mano para jurar a la descendencia de la casa de Jacob, cuando me di a conocer a ellos en la tierra de Egipto, cuando alcé mi mano y les juré diciendo: Yo soy HaShem vuestro Dios; aquel día que les alcé mi mano, jurando así que los sacaría de la tierra de Egipto a la tierra que les había provisto, que fluye leche y miel, la cual es la más hermosa de todas las tierras; entonces les dije: Cada uno eche de sí las abominaciones de delante de sus ojos, y no os contaminéis con los ídolos de Egipto. Yo soy HaShem vuestro Dios. Mas ellos se rebelaron contra mí, y no quisieron obedecerme; no echó de sí cada uno las abominaciones de delante de sus ojos, ni dejaron los ídolos de Egipto; y dije que derramaría mi ira sobre ellos, para cumplir mi enojo en ellos en medio de la tierra de Egipto. [ Ez. 20:5-8].

El apóstol Pedro hace un llamado a la iglesia a la santidad, al temor de Dios, a una vida nueva dejando atrás lo viejo, a reconocer el poder de la sangre de Yeshúa para purificación y santidad y conocer la obra del Ruaj HaKodesh para purificación de nuestras almas.

“porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo. Y si invocáis por Padre a aquel que sin acepción de personas juzga según la obra de cada uno, conducíos en temor todo el tiempo de vuestra peregrinación; sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Yeshúa, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. Habiendo purificado vuestras almas por la obediencia a la verdad, mediante el Espíritu, para el amor fraternal no fingido, amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro; siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. [1 P. 1:16-23].

De acuerdo a los sabios: El hombre puede ser perfeccionado porque Dios su creador es perfecto. Sin embargo, la naturaleza de la santidad divina es diferente y superior a la de los hombres. Dios es santo en lo absoluto, mientras que los hombres ligados a su cuerpo físico, no pueden pretender sino hasta un grado relativo de santidad. [1]

Esta santidad relativa de los seres humanos, está relacionada con la separación y aislamiento de todas las fuentes de impurezas en el dominio de la alimentación, en las relaciones sexuales y los contactos con los objetos afectados de impureza ritual. [1]

La santidad de los hombres, supremo objetivo de legislación de la Toráh, es el fruto del cumplimiento de los preceptos positivos y negativos. “Para que os acordéis, y hagáis todos mis mandamientos, y seáis santos a vuestro Dios” [Núm. 15:40]. [1]

En cuanto a los ídolos, el Rabí Shimon Bar Yojái, dice que entretenerse en la contemplación de la belleza de una mujer ajena y convertirla en su ídolo, su imagen podría perseguirlos hasta la noche, incluso cuando se une con su esposa. Podrías crear ídolos provenientes de la contemplación.” [1]. 

Este es solo un ejemplo de un ídolo, todo lo que le quita el primer lugar a HaShem en nuestra vida es un ídolo; por ejemplo, el esposo, la esposa, los hijos, la familia, el trabajo, el dinero, los títulos, el status, la belleza, el ego, el orgullo, entre otros.

¿Qué ídolo hay en tu vida, al que debes renunciar hoy?, el pueblo de Israel se rebeló contra HaShem y se fue cada uno tras su propio ídolo.

Amigo lector, la palabra es clara y el llamado de HaShem a tu vida es a la santidad, lo único que nos puede purificar es la sangre de Yeshúa, porque gracias a su sangre nuestros pecados son perdonados, y nos ha dejado al Ruaj HaKosdesh que nos da convicción de pecado cada día, para que busquemos la santidad.

Nos da la fortaleza de dejar lo viejo atrás y procurar lo nuevo, porque “Nadie pone remiendo de paño nuevo en vestido viejo; porque tal remiendo tira del vestido, y se hace peor la rotura. Ni echan vino nuevo en odres viejos; de otra manera los odres se rompen, y el vino se derrama, y los odres se pierden; pero echan el vino nuevo en odres nuevos, y lo uno y lo otro se conserva juntamente” [Mt. 9:16-18].

La decisión es ahora, así como Job hizo un pacto con sus ojos para mantener su integridad “Hice pacto con mis ojos; ¿Cómo, pues, había yo de mirar a una virgen? Porque ¿qué galardón me daría de arriba Dios, Y qué heredad el Omnipotente desde las alturas?. [Job. 31:1-2].

Es hora de hacer un pacto, un compromiso con el Dios que lo gobierna todo, de lo que vemos, oímos, pensamos, hacemos, de la intención del corazón, es hora de quitar todo ídolo de nuestra vida, todo estorbo, es hora de soltar lo viejo para que HaShem haga lo nuevo, para que Él abra camino y extienda nuestras estacas “Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas; no seas escasa; alarga tus cuerdas, y refuerza tus estacas.  Porque te extenderás a la mano derecha y a la mano izquierda; y tu descendencia heredará naciones, y habitará las ciudades asoladas.” [Is. 54:2-3]. Para poder disfrutar de todas las promesas que están escritas en la palabra de Dios, debemos estar en santidad, porque sin santidad nadie verá al Señor [Heb. 12:14].

Shavua Tov.

Referencias

[1] Munk, E. (2001). La voz de la Torah. Comentario del pentateuco. Edición original en francés. Fundación Samuel y Odette Levy. Paris. Pág. 709,710.
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Martha Patricia Tarazona Díaz. Ph.D.

Miembro de la comunidad Yovel, Dra. Ingeniería de Alimentos. “Nada tenemos que no hayamos recibido” [1 Cor. 4:7]