¿Qué haces clamando? ¡Avanza!
Por Natalia Lara
¿Qué necesitamos para que se abra el mar de la dificultad?
Sabemos y confiamos en el poder de la oración. Pero, en la parashá de ésta semana, Beshalaj, hay un pasaje muy interesante en el que Moshé clama al Eterno ante la encrucijada de estar entre el mar y el ejército del faraón, «Pero el Señor le dijo a Moisés: «¿Por qué clamas a mí? ¡Ordena a los israelitas que se pongan en marcha!» [Ex 14:15]. Si la mayor conexión con HaShem es la plegaria y era un momento tan difícil ¿Por qué HaShem le pidió esto a Moshé?…Pero antes preguntémonos ¿Qué simboliza el mar? Y ¿Por qué HaShem lo escogió para manifestar allí su gloria y que los israelitas así creyeran en Él [Ex 14:31]?
El mar es un buen símbolo de los problemas y dificultades que no podemos controlar. Nadie puede pararse frente a las olas y decirle «quédense quietas», o, ordenarle al mar que baje su nivel, o que se calme… Nadie excepto Yeshúa. Recordemos que, en medio de una tormenta, Él apaciguó el mar y lo calmó [Mc 4:39]. Y esto nos recuerda que, así como nosotros no podemos controlar el mar, hay situaciones que se escapan de nuestro control para que, precisamente su poder se manifieste en nuestra debilidad [2 Cor 12:9], y entendamos que es Di-s quien está al mando y no nosotros.
Pero el milagro no solo es que el mar se haya abierto, sino que el Eterno nos da una prueba cada día de su misericordia conteniendo los mares para que no se desborden. Pensemos en algo…¿Qué ocurrió la última vez que las aguas inundaron la tierra? Solo Noe y su familia sobrevivieron [Gn 7: 23]. El Tanaj nos enseña que «Él (Di-s) cimentó el mundo en mares, y lo estableció en ríos» [Sal 24:1] ¿Por qué? Porque si el Eterno no pone límite a los mares, las aguas acabarían con todo ser viviente. Del mismo modo, aunque el mar (tu problema) aún no se haya abierto, el solo hecho de que no te haya desbordado y sobrepasado, es un milagro en sí mismo.
Pero ¿Qué fue necesario para que el mar se abriera? Primero, ante la pregunta del Salmo «¿Qué tuviste, oh mar, que huiste?» [Sal 114:5], los sabios judíos enseñan que los huesos de Yoseph, que llevaba Moshé [Ex 13:19], fueron los que permitieron la apertura del mar, pues la santidad de la vida de Yoseph tuvo el mérito suficiente para que el mar se abriera. Y, ¿Qué hay de nosotros? ¿Cómo está nuestra vida? ¿Las relaciones con nuestra familia? ¿Tenemos el «mérito» suficiente para que el mar se abra?… Por un lado, es posible que el mar aún no se haya abierto, porque ésta dificultad es parte del proceso que HaShem tiene que hacer en nosotros. Muchas veces oramos, clamamos y hasta ayunamos… pero no cambiamos. Y lo único que HaShem no puede controlar, es nuestro corazón, si nosotros no nos disponemos para hacer nuestra parte. De hecho, los sabios judíos también enseñan, que si oramos al Eterno porque solucione un problema (por ejemplo «soy de malgenio»), es posible que esa situación se agudice (poniéndonos personas que nos enojen) a fin de que aumentemos nuestro clamor y así podamos salir de esa dificultad. De hecho, eso le pasó al pueblo hebreo en Egipto, antes de la salvación, aumento la opresión e incluso la persecución, quedando encerrados entre el mar y el ejército de Faraón.
Por otro lado, es importante reconocer que por nosotros mismos nunca alcanzaremos los méritos suficientes para que un mar se abra -o un problema se solucione-… Pero tenemos a Yeshúa, nuestro Mesías quien «nos salvó, no por nuestras propias obras de justicia, sino por su misericordia. Nos salvó mediante el lavamiento de la regeneración y de la renovación por el Espíritu Santo» [Tito 3:5]; así que Yeshúa es nuestra llave para que el mar sea abierto.
Pero también nos corresponde hacer nuestro trabajo… para que el mar se abriera, Moshé y los israelitas tuvieron que hacer su parte: «Moisés extendió su brazo sobre el mar, y toda la noche el Señor envió sobre el mar un recio viento del este que lo hizo retroceder, convirtiéndolo en tierra seca. Las aguas del mar se dividieron, y los israelitas lo cruzaron sobre tierra seca. El mar era para ellos una muralla de agua a la derecha y otra a la izquierda» [Ex 14:21-22].
Hasta ahora, el pueblo no había participado activamente del éxodo. A excepción del sacrificio del cordero de Pesaj [Ex 12:28] no habían tenido que hacer mucho en este proceso. Pero, una vez salieron de Egipto, fue que la relación de Israel con el Eterno empezó a crecer. Dar media vuelta y caminar en dirección a Egipto [Ex 14:2] sin refutar, fue una muestra de que su confianza en HaShem iba creciendo. Sin embargo, cuando estuvieron acorralados por el ejército y el mar, su fe flaqueo. De hecho, el Midrash enseña que la respuesta de Moshé, iba dirigida al caos que vivía en ese momento el Pueblo: «—No tengan miedo —les respondió Moisés—. Mantengan sus posiciones (para los que querían suicidarse en el mar) hoy mismo serán testigos de la salvación que el Señor realizará en favor de ustedes. A esos egipcios que hoy ven, ¡jamás volverán a verlos! (otros querían entregarse al faraón para guardar su vida). Ustedes quédense quietos, que el Señor presentará batalla por ustedes (para los que querían pelear contra los egipcios)» [Ex 14:13-14].
Entonces ¿Qué tenía que hacer el pueblo? Lo que narra el Talmud es que el mar no se abrió cuando Moshé extendió su vara, sino cuando Naasón, príncipe de Judá, dio el primer paso y se metió al mar, aunque este aún estaba cerrado (Talmud – Sotá 37a). Y esto implica fe «la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve»… Pero va más allá de solo esperar a que algo ocurra; significa vivir, caminar sobre aquello que HaShem ya ha dicho. No estamos hablando de ser irresponsables y arrojar todo por nuestros deseos. Estamos hablando de que una vez que el Eterno da su palabra, podemos caminar con fe sobre ella, aunque pareciera un salto en el vacío. Y crecer en nuestra intimidad y conocimiento del Eterno mientras caminamos sobre esa promesa. Un paso de fe, fue lo que dio Naasón, y probablemente un paso de fe es lo que necesita HaShem de nosotros para que el mar se abra. «—¿No te dije que si crees verás la gloria de Dios? —le contestó Yeshúa» [Jn 11:40].
¡Shavua tov!
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Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.