Milagros inesperados: La bendición de nacer
Por Natalia Lara
Porque el nacimiento un niño, de Moshe o de Yeshua; lo decide Di-s y no la anticoncepción, Herodes, ni el faraón.
La parashá de esta semana שמות Shemot/nombres [Ex 1:1-6:1] narra cómo Di-s respondió al clamor de los israelitas oprimidos por el Faraón, llamando a Moshé de manera sobrenatural para encomendarle la tarea de liberar al pueblo de la esclavitud y celebrar con ellos fiesta en el desierto [Ex 5:1]. Además, tras esta valiosa historia, el Eterno nos da una maravillosa lección acerca de lo que significa la vida y el hecho de que un niño pueda nacer y venir a este mundo.
Contrario a las teorías humanistas acerca de la sobrepoblación, el control de natalidad o el “derecho” al aborto y la anticoncepción, Hashem celebra el milagro de la vida… ¡Y no solo lo celebra, sino que lo estimula! En el primer capítulo de esta parashá la palabra multiplicarse רָבָה rabah (S.7235) ¡aparece 4 veces! [Ex 1:7, 10, 12, 20]. Este verbo implica la bendición de llegar a ser muchos y fue usada por el Eterno para ordenar que se multiplicaran tanto los seres humanos [Gn 1:28, 9:1] como los animales en la creación y luego del diluvio [Gn 1:22 -8:17]. También la usó Israel en la bendición que declaró sobre Efraim y Manashe antes de morir [Gn 48:10].
En ésta parashá esta palabra – rabah (multiplicar) – se menciona en 3 contextos muy especiales: “Los israelitas tuvieron muchos hijos, y a tal grado se multiplicaron que fueron haciéndose más y más poderosos. El país se fue llenando de ellos” [Ex 1:7]. El pueblo de Israel había llegado 100 años antes solo con 12 familias que crecieron tan abundantemente que los egipcios comenzaron a temerles (Chizkuni)… ¿Cómo lo lograron? no solo las mujeres no abortaban, sino que incluso ¡hasta tenían partos síxtuples! Además, ningún niño moría siendo pequeño (Rashi) tal como lo anunció el profeta Isaías que ocurrirá nuevamente en la era mesiánica: “No habrá más allí niño que muera de días, ni viejo que sus días no cumpla; porque el niño morirá de cien años” [Is 65:20].
Más adelante, la palabra aparece en una contienda implícita entre el Faraón y Di-s: el Faraón preocupado porque los israelitas al multiplicarse se unieran al enemigo y temiendo del poder del Di-s de este pueblo y de la profecía del libertador que nacería entre ellos (Chizkuni), decidió ordenarles פֶּן־יִרְבֶּ֗ה pen yirbeh ¡no se multipliquen! [Ex 1:10], asi que decide oprimirlos y aumentar sus trabajos pretendiendo evitar los nacimientos… Sin embargo, Di-s usa la misma expresión del Faraón, pero iniciando con una letra diferente (כֵּ֥ en vez de פֶּ) para darles la orden diametralmente opuesta: כֵּ֥ן יִרְבֶּ֖ה ken yirbeh ¡sí multiplíquense! [Ex 1:12] para demostrar que en medio de una gran dificultad viene una gran bendición “cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban”.
Finalmente, se menciona en la historia de las parteras que el Faraón mandó llamar para que mataran a los varones y dejaran vivas las niñas [Ex 1:15-16]. Ellas eran שפרה Shiphrah y פּוּעָֽה Puah. Los sabios judíos (Sotah 11b), explican que estas parteras eran Jocabed y Myriam, la madre y la hermana de Moshé. Jocabed llevaba el nombre de Shiphrah (equidad, claridad) porque se encargaba de poner al bebé después del nacimiento en una buena condición física (משפרת/meshaperet, mejorar), mientras que Myriam solía hablar en voz alta y cantar al bebé para calmar su llanto por lo que le llamaban Puah (esplendida). Por el temor a Hashem, ellas no solo no mataron a los niños, sino que preservaron su vida con comida, desobedeciendo la orden del faraón [Ex 1:17-19] por lo que Di-s “trató muy bien a las parteras y por haberse mostrado temerosas de Dios, les concedió tener muchos hijos, y el pueblo se multiplicó” [Ex 1:20].
Y en medio de esta multiplicación el milagro ocurrió para Jocabed. El Faraón al ver que no podía contar con las parteras, ordenó tirar al río a todos los varones hebreos [Ex 1:22]; así que Amran el esposo de Jocabed, decidió divorciarse de ella para evitar que quedará embarazada y mataran al recién nacido si fuese varón. Entonces Myriam, su hija, lo acusó de ser peor que el faraón “El faraón mata los niños, pero tú has decidido matar a los niños y a las niñas al evitar siquiera que nazcan”; así que Amran reconsideró su decisión y volvió a casarse con Jocabed, su esposa [Ex 2:1]. Najmanides explica que este suceso fue señalado por la Torá con la palabra וילך vayelek (S.1980 andar, ir, venir, caminar) pues presenta un acto realizado por alguien con una iniciativa especial, que en el caso de Amram fue demostrar públicamente que no estaba preocupado por el decreto del Faraón, por lo que se casó precisamente para engendrar hijos (Tur HaAroch).
De este matrimonio resulto un milagro triple: primero, Jocabed logro concebir en su vejez ya que la Torá indica que era hija directa de Levi y no solo su descendiente [Ex 2:1], por lo que debía tener más de 100 años cuando quedo embarazada (Tur HaAroch). Segundo, Moshé sobrevivió a un nacimiento antes de tiempo: Rashi explica que Moshé debió nacer antes de los 7 meses de gestación, pues si su madre solo pudo ocultarlo 3 meses más [Ex 2:3] era porque ese era el tiempo máximo que podía aparentar que seguía embarazada, antes de que los soldados egipcios le preguntarán el sexo del recién nacido, así que Moshé fue lo que llamamos “un bebé prematuro”, teniendo en cuenta que actualmente la mitad de los niños que nacen antes de las 7 meses mueren (OMS 2018), el hecho de que Moshé haya sobrevivido sin incubadoras, unidades de cuidado intensivo ni medicamentos muestran la mano del Eterno sobre su vida.
Tercero, Hashem no solo guardó la vida de Moshé mediante Bathia – la hija del faraón – que lo adoptó, sino que le permitió a Jocabed amamantar y criar a su hijo [Ex 2:5-10] hasta los 2 años (Sefer HaYashar, Shemot 24), lo cual no es casualidad, pues precisamente en esos primeros 2 años de vida se forma el 90% del cerebro y el niño no solo aprende a ser independiente, caminar y comer, sino que consolida el lenguaje, las relaciones y las bases de la personalidad. Razón por la cual, es maravilloso ver como Hashem permitió que esta etapa en la vida de Moshé fuera protegida y dirigida por Jocabed, su madre, quien además seguramente también le enseño las bases de la Torá y del amor al Eterno.
Al igual que Moshé, el nacimiento de un hijo debe considerarse un milagro para sus padres. De hecho, el porcentaje de fracaso de los métodos anticonceptivos son la más clara demostración de que es Di-s quien decide sobre los nacimientos y no el pomeroy, la vasectomía, el preservativo, ni las píldoras anticonceptivas. Es más, poner la semilla fuera de la mujer – sea cual sea el método que lo haga – es una clara transgresión a la Torá, y este fue el hecho que causo que Hashem les quitara la vida a Er y Onan, hijos de Juda, [Gn 38:9-10] (Sefer HaYashar, Vayeshev 22).
Entonces… ¿Se trata de tener hijos como locos? ¡Claro que no! El punto es alinear nuestras decisiones a la voluntad del Eterno y entender cuántos hijos quiere Él darnos y en qué momento los quiere enviar. La preocupación actual de muchos matrimonios, más allá de la crianza o el tiempo para los hijos, radica en cómo mantenerlos: el dinero para el vestido, la universidad, la alimentación… Aquí también el Eterno nos sorprende, pues la provisión de una familia está en función de sustentar a sus hijos, pues tal como enseña la torá, en tiempos de hambruna Yosef “les daba pan a cada uno según el número de sus hijos” [Gn 47:12].
Pero hay un nacimiento más sorprendente aún: el de Yeshúa nuestro Mesías, quien comparte con Moshé muchos hechos comunes: una concepción sobrenatural – Yeshúa nació de una virgen que quedo en cinta mediante el Ruaj (espíritu) de Elohim [Lc 1:30-31] -; el hecho que Di-s evitará que murieran siendo niños – Moshé a manos de Faraón y Yeshúa por orden de Herodes [Mt 2:16] – y sus primeros años de vida en Egipto [Mt 2:13-15]. Pero el hecho más importante que comparten es que ambos fueron escogidos como salvadores: Moshé para liberar al pueblo de la esclavitud de Egipto [Ex 3:10] y Yeshúa para liberarnos del poder del pecado y darnos la salvación y la vida Eterna [Lc 19:10].
¡Shavua tov!