El secreto del desierto

Por: Familia Barrios Lara

¿Por qué Di-s escogió el desierto para entregar la torá y hablar a su pueblo?

El nombre de la parasha de esta semana bamidbar le da también nombre al cuarto libro de la torá. «El Señor le habló a Moisés en el desierto (bamidbar) de Sinaí, en la Tienda de reunión» [Nm 1:1]. Es interesante ver que la palabra usada para desierto idbar comparte su raíz con el término dabar que significa palabra. ¿No es acaso eso una contradicción? Dado que el desierto implica un lugar desolado y por ende silencioso ¿Por qué su raíz hebrea se relaciona con las palabras?

El hecho de que ésta parasha se les en el shabat previo a shavuot puede aclarar un poco la relación entre el desierto (idbar) y la palabra (dabar). Los sabios judíos dan 3 razones del porqué la torá (la máxima expresión de la palabra) fue entregada en el desierto. Primero la entrega de la torá fue pública y abierta, simbolizando que está disponible para todos [Zac 8:22-23]. Segundo, ya que la torá se entregó el desierto, no pertenece a nadie y por tanto ni los judíos pueden negársela a las naciones, ni las naciones tienen excusa para decir que es solo de los judíos [Is 2:3]. Y, tercero, ya que estar en el desierto no cuesta nada, la Torá es un regalo de parte de Di-s y como tal no necesitamos pagar para tener acceso a ella [Dt 30:13]. El rabino Sacks además explica que dado que «el desierto es un lugar de silencio», no habría ninguna distracción visual, ni ruido ambiental que desviará la atención de los israelitas de la Torá.

El desierto también fue el escenario de amor perfecto para la relación entre Hashem y su pueblo. Si bien es cierto, que en el desierto se dieron quejas y rebeliones, para el Eterno, por lo menos, parece ser el tiempo de amores clave con Israel: «… Así dice el Señor: Me he acordado de ti, de la fidelidad de tu juventud, del amor de tu desposorio, cuando andabas en pos de mí en el desierto, en tierra no sembrada. Santo era Israel al Señor, primicias de sus nuevos frutos» [Jer 2:2-3].

El desierto también para los israelitas fue un lugar en donde aprendieron obediencia y sujeción. No solo por las pruebas que vivieron en él, sino porque en lo cotidiano, desde la organización del campamento por tribus [Nm 2:34] entendían que cada quien tiene un lugar y una función que no lo hace ni mejor ni peor, sino que es el sitio y el propósito en dónde los colocaba el Señor. Alguien de Rubén podría quejarse de porque le tocó acampar junto a Simeón [Nm 2:10-12], o porqué los levitas eran los encargados del servicio del tabernáculo [Nm 3:6-7]. Sin embargo, en la convivencia era necesario transformar la queja, en silencio o en gratitud, para que así en medio de las condiciones difíciles del desierto pudieran mantenerse unidos y hacer el transitar más tranquilo.

Cómo comunitarios, podemos sentirnos inconformes con el puesto donde me siento o la función que estoy desempeñando. Incluso en nuestra vida diaria, puede ser difícil entender el
lugar, la situación o la posición en la que estamos; así que cabe preguntarnos ¿Y cuál es la razón por la que Hashem nos lleva a nosotros al desierto? Kohelet nos enseña que hay un tiempo para todo «un tiempo para callar, y un tiempo para hablar» [Ecl 3:7]. Y en ésta conexión del desierto con la palabra, tal vez lo que menos queremos escuchar en medio del desierto de la prueba es el silencio de Di-s. Probablemente, lo que más quisiéramos es entender el porque, el que hacer o el cómo proceder. Tal vez, seamos como el profeta Elías, que por la persecución de Jezabel, en medio del desierto, anhelaba escuchar la voz de Di-s…» y vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento hubo un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego» [1 Rey 19:11-12]. Y es que muchas veces la respuesta del Eterno es muy diferente a como la esperamos: «El Señor tu Dios está en medio de ti (…) en su amor guardará silencio, se regocijará por ti con cantos de júbilo» [Sof 3:17].

Pero así como el Eterno se presentó a Elías no con huracán, ni fuego ni con terremoto, sino con un suave murmullo [1 Rey 19:12]; de la misma manera su presencia puede revelarse a nuestra vida a través de aprender a escuchar su silencio en el desierto. Tal como se manifiesta su voz a través del universo: sin palabras; «Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo! [Sal 19:1-4].

¡Y es que de esa misma manera se manifiesto Yeshua, tal como lo dijo Isaías el profeta! He aquí mi siervo, yo lo sostendré; mi escogido en quien mi alma toma contentamiento: he puesto sobre él mi espíritu, dará juicio á las gentes. No clamará, ni alzará, ni hará oír su voz en las plazas» [Is 42:1-2]. Yeshúa no fue un mesías que llegará anunciándose, buscando honores, con estruendos y trompetas, con viento recio y terremoto. Llegó más bien de forma discreta [Jn 7:10Jn 11:54], buscando servir hasta dar su vida [Mt 20:28], no como un mesías reinante, sino como el siervo sufriente que guardó silencio del cual hablará el profeta [Is 52:710-11], humilde, sentado sobre un pollino de asna [Zac 9:9Mt 21:4-5].

El Mesías vino así, como un murmullo en el desierto, para que a través de su vida y su muerte el Eterno reconquistará a su pueblo y a los que no eran pueblo conforme a su promesa «Por eso, ahora voy a seducirla: me la llevaré al desierto y le hablaré con ternura… Yo la sembraré para mí en la tierra; me compadeceré de la “Indigna de compasión”, a “Pueblo ajeno” lo llamaré: “Pueblo mío”; y él me dirá: “Mi Dios”.»» [Os 2:14,28].

¡Shavua tov!

Referencias

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Por familia Barrios Lara

Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.***