El antídoto es la gratitud
Por: Familia Barrios Lara
¿Por qué el Eterno incluyo la codicia dentro de los diez cimientos que entrego en el Sinaí al pueblo de Israel?
En la parashá de esta semana Itro, ocurre uno de los sucesos más grandiosos de nuestra historia como creyentes y es la entrega de la torá en el Monte Sinaí, plasmada en las diez palabras o los llamados diez mandamientos, los cuales -de acuerdo con Rab Hirsch- no solo son la preparación para toda la legislación que les sería transmitida a través de Moisés, sino que también buscaban demostrarles que el Eterno habla a los hombres a través de la experiencia propia: “y el Señor le dijo:—Voy a presentarme ante ti en medio de una densa nube, para que el pueblo me oiga hablar contigo y así tenga siempre confianza en ti” [Ex 19:9].(1)
Tradicionalmente se han agrupado los diez mandamientos en 2 grupos, los primeros cinco tratan de nuestra relación con Di-s (incluyendo el mandamiento de honrar a nuestros padres, quienes nos traen a la vida), y los otros cinco tratan de nuestra relación con el prójimo. Sin embargo, el Rab Jhonathan Sacks (2) enseña que también se pueden clasificar en grupos de 3. Los primeros tres [Ex 20:2-7] tienen que ver directamente con Di-s (reconocer la existencia de Di-s, no tener otro Dios, no tomar el nombre de Dios en vano): el segundo grupo de tres [Ex 20:8-13] están en relación a la creación (guardar Shabat nos recuerda la creación del universo, honrar a nuestros padres que nos crearon en este mundo y no asesinar pues somos creados a imagen y semejanza del Eterno); y el tercer grupo de tres [Ex 20:14-16] se consideran los pilares de la convivencia (no cometer adulterio, no robar, no levantar falso testimonio) , pues la pérdida del matrimonio, la propiedad privada o el buen nombre, debilitan las estructuras básicas de la justicia.
¿Y qué pasa con el décimo mandamiento? “No codicies la casa de tu prójimo, ni codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca” [Ex 20:17] ¿Cómo se relaciona con los mandamientos anteriores?
En hebreo la palabra usada para codiciar es la 2530 del Strong, מדַ חָ jamad, que significa también desear, disfrutar o tomar placer. Acaso ¿es malo desear algo? ¡Por supuesto que no! El problema radica en cuando se quiere algo que no nos corresponde, o -peor aún- que corresponde a otra persona como en el caso del décimo mandamiento “…la casa de tu prójimo, no codicies su esposa, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni nada que le pertenezca” [Ex 20:17]; y es interesante notar que las primeras dos ocasiones en las que ésta palabra aparece en la torá, lo hace en relación al árbol del conocimiento, por el que se cometió el pecado original [Gn 2:9, 3:6].
¿Por qué el Eterno incluyó la codicia dentro de los diez cimientos que entregó en el Sinaí al pueblo de Israel? Ibn Ezra enseña que todo lo que una persona adquiere, es porque Di-s se lo ha asignado, y de acuerdo a los sabios, los hijos, la vida y el sustento no dependen de los méritos de una persona sino del Eterno. Por tanto, la persona que reconoce la soberanía del Eterno sobre su vida, sino que estará feliz con su suerte y no permitirá que su corazón codicie y desee nada que no sea suyo.(1)
Rav Hirsch y Rav Bahya concuerdan que la codicia es un problema del corazón, por tanto uno debe reconocer que de Hashem proviene todo, cortar todo deseo ajeno desde la raíz, y entrenarse en renunciar absolutamente a toda esperanza de adquirir alguna vez cosas que pertenezcan a otra persona; pues codiciar es un pecado contra uno mismo, que lo puede conducir a cometer un delito (asesinato, mentira, robo) a fin de adquirir lo deseado.
Ejemplo de ello son la historia de Acán, que terminó apedreado por codiciar, adquirir y mentir sobre el botín prohibido de la ciudad de Jericó [Jos 7:21, 29]; y la historia de Acab que asesinó a Nabod para quedarse con su viña [1 Reyes 21:2, 10].(1)
Algunos comentarios explican también que el mandamiento “No robar” [Ex 20:15] se refiere al secuestro y no al robo en sí mismo, pues la prohibición de codiciar, incluye conceptualmente el robo [Miq 2:2], ya que la Torá quería enfatizar en que si Di-s aborrece a alguien que “tan sólo” mira la propiedad de otras personas como algo que quiere para sí mismo ¡cuánto más reacciona Di-s ante alguien que realmente comete un robo para poseer la propiedad de otro!. De tal modo, aunque para nosotros puede no ser delito albergar malos pensamientos, como contemplar la propiedad de otra persona, este mandamiento nos desengaña de tal creencia, mostrándonos que no solo se trata de lo que hacemos sino también de lo que pensamos.(1)
En este sentido, Rav Hirsch comenta que cualquier ley puede prohibir robar, mentir o asesinar; pero sólo el Eterno, que examina el corazón y el alma, puede prohibir «no codiciar», que, más que una acción, se refiere al pensamiento y la emoción. De esta forma, todo «culto a Di-s en espíritu y en verdad» es nulo, si la idea de Dios no es lo suficientemente fuerte como para ejercer su poder en el control de nuestras palabras y acciones, de nuestra vida familiar y social. Es nuestra vida cotidiana la que demuestra que nuestro «culto a Di-s» es genuino, pues “todo lo que hay dentro debe plasmarse en acción y toda acción debe brotar de dentro”.(1)
Yeshúa lo explico así “Pero yo les digo que cualquiera que mira a una mujer y la codicia ya ha cometido adulterio con ella en el corazón” [Mt 5:28]. Yeshúa refuerza está explicación, enfatizando en qué no solo importa lo que hacemos, sino lo que pensamos y sentímos “Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, la inmoralidad sexual, los robos, los falsos testimonios y las calumnias” [Mt 15:19].
Trascendiendo un poco, gran parte del problema del antisemitismo es la codicia. Los no-judíos envidiaban la capacidad de los judíos de prosperar en medio de la dificultad “Pero cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y se extendían…”[Ex 1:12]. También envidiaban su sensación de ser elegidos y actuar en consecuencia a ésta elección [Dt 4:6-7]. (2) Y en los últimos tiempos, la codicia se dirige hacia la tierra. Al respecto el Eterno hace una promesa para Israel “Todos tus varones deberán presentarse ante mí, su Señor y Dios, el Dios de Israel, tres veces al año. Entonces yo echaré de tu presencia a las naciones, ensancharé tu territorio y nadie codiciará tu tierra” [Ex 34:23-24].
El mandamiento de no codiciar se conecta directamente con el primer mandamiento “Yo soy el Señor tu Di-s” [Ex 20:2] pues sólo cuando reconocemos que todo depende de él, es que podemos entregarle no solo lo externo -nuestras acciones-, sino también aquello que nadie más sino Él conoce: nuestros pensamientos y emociones. Es por eso que el antídoto para la codicia es la gratitud: “¿Quién es rico? Él que es feliz con su porción” (Ben Zona, pirkei avot
5:1) Cuando entendemos que el Eterno es la fuente de todo, y confiamos en que tenemos justo lo que Di-s sabe que necesitamos; podemos estar satisfechos y entender que lo que Hashem no quiso darnos, no podemos adquirirlo con nuestras fuerzas, pensamientos o esquemas. Cuando podemos reconocer su soberanía sobre lo que tenemos, podemos estar satisfechos y dar gracias a Di-s en toda situación [Fil 4:11, 1 Tes 5:18].
¿Es esto un llamado al conformismo? ¡De ninguna manera! Es más, cuando se trata del servicio y la relación con el Eterno se nos impulsa a anhelar una porción aún mayor. Más bien, se trata de permitir que nuestra relación con Hashem sea lo suficientemente fuerte para que controle incluso nuestras emociones y sentimientos más profundos, y en esa lógica, nuestro gozo y nuestra satisfacción no dependan de lo que tenemos, sino de reconocer que es Hashem nuestro Di-s y por tanto podemos definirnos, no con base en nuestra relación con otros, sino solamente con base en nuestra relación con Di-s. En palabras de Yeshúa: “Si obedecen mis mandamientos, permanecerán en mi amor, así como yo he obedecido los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que tengan mi alegría y así su alegría sea completa” [Jn 15:10-11]
¡Shavua tov!
Por familia Barrios Lara
Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.***