Bilam y el antídoto contra la envidia
Por: Familia Barrios Lara
¿Cómo podemos dejar de mirar a otros y ser felices con lo propio?.
La historia de Bilam, no empieza en la parashá de ésta semana Balac, sino que se remonta a la parashá Shemot, en dónde, según el Midrash Bilam fue uno de los tres consejeros a los que acudió el Paró, rey de Egipto, para decidir sobre el pueblo de Israel; de hecho, fue él quien aconsejó la matanza de los varones recién nacidos, hijos de los hebreos… pero ahí no acaba la historia, sino, que el Midrash también enseña que el papel que desempeñó Moshe para Israel, era el llamado que tenía Bilam para los gentiles, es decir ser profeta para las naciones; entonces… ¿Qué obstaculizo ese llamado?
La respuesta muy probablemente es la envidia, es decir, el deseo de algo que no se tiene, pero que nos causa tristeza y pesar. El problema no es querer una mejor calidad de vida, sino el entristecernos por no tenerla y estar dispuestos a hacer cualquier cosa por conseguirla. Aunque había sido llamado a ser profeta a los gentiles, Bilam, despreció ese llamado, y prefirió la honra y el dinero que le ofrecía Balac, pues, aunque no maldijo al pueblo de Israel, si le mostró a Balac, cómo atacarlo desde adentro, a través de la inmoralidad sexual, haciendo que las hijas de Moab [Nm 25:1] fornicaran con los hijos de Israel, y pereciendo a causa de ello veinticuatro mil israelitas [Nm 25:9].
El error de Bilam, se compara con el pecado de Caín y la rebelión de Koraj [Jds 1:11] ¿Por qué? ¿Qué tan grave fue haber decidió ir a acompañar a los siervos de Balac, para maldecir a Israel si finalmente terminó bendiciendo al pueblo?… La respuesta aquí no tiene que ver tanto con lo que Bilam hizo, sino con la motivación con lo que lo hizo, Bilam anhelaba más honra, poder y riquezas. No estaba contento con lo que tenía. Y esa fue su principal piedra de tropiezo, es así que cuándo van los segundos enviados de Balac, pese a que Hashem ya le había dicho que no [Nm 22:12], Bilam ve que son más honorables, tienen más dinero y le hacen un mayor ofrecimiento [Nm 22:16-18] por lo que vuelve a consultarle al Eterno sólo que ésta vez Hashem responde que sí ¿Por qué? Porque Bilam, ya había decidido en su corazón ir tras las riquezas, a pesar de la advertencia del Eterno.
Y es que, a pesar de que Hashem, es todopoderoso y soberano, el “respeta” las decisiones de nuestro corazón. Hará todo lo posible por hacernos reconvenir por el camino correcto: tal cómo un pastor usa su cayado y su vara para que la oveja díscola retorne al camino [Sal 23:4] y tal como lo hizo con la burra de Bilam, cuando ésta vio al ángel de Adonai y se apartó del camino para salvar la vida de Bilam [Nm 22:23-27]… Pero, el Eterno no nos va a obligar a cambiar las decisiones de nuestro corazón: esa es nuestra tarea personal. Puede usar incluso, enfermedad, ruina, hambre, dificultades y pruebas para hacer que volvamos de nuestra mala conducta… pero en última instancia es nuestra decisión volvernos a Él de corazón y retornar a sus caminos [Dt 30:1-3].
La palabra nos enseña que la envidia corroe los huesos [Prv 14:30], nos aleja de heredar el reino de Di-s [Gá 5:21] y que es el principio de las guerras [Sant 4:2]. Yeshúa nos enseña que nace en el corazón de la persona, y es lo que realmente la contamina [Mc 7:21-23] ¿Cuál es el antídoto? Un corazón agradecido [Prv 14:30] que sabe que todo lo que tiene no le pertenece, ni es por sus méritos [Dt 7:7] sino que todo es un regalo del Padre celestial: desde el aire que respiramos, el abrir nuestros ojos cada mañana, las personas que nos rodean y los objetos que podamos tener.
Un corazón agradecido, no solo da gracias al Señor cada mañana -como la tefilá “mode ani lefaneja”- sino que da gracias al Eterno por todo [1Te 5:18] por lo bueno y lo malo, por lo abundante y por lo escaso, por lo feliz y por lo triste; pero además cuida lo que el Eterno nos ha dado: desde un lapicero que cuesta unos centavos de dólar, hasta una casa de muchos millones, sin idolatrar los objetos, pero sabiendo que es un regalo de un padre (Di-s) a sus hijos y que como tal debemos valorarlo y cuidarlo. Incluso, Yeshúa nos enseña a dar gracias por lo que aprendemos porque es un regalo del Eterno que nos lo revele a nosotros y no a otros [Lc 10:21].
Pero sobre todo agradece por lo más importante que Hashem nos da: las personas [2 Tm 1:3]. Empezando por nuestra familia. Agradecer su compañía, un plato de comida servido en la mesa, la ropa limpia, un abrazo o sencillamente la compañía. Y puede ir más allá, agradeciendo al chofer del bus que lo transporta en las mañanas, el portero que abre la puerta, la señora que mantiene limpio el piso del supermercado o el lugar de trabajo… en fin… las oportunidades de agradecer a Di-s cada día y a otros son infinitas… solo debemos estar dispuestos a encontrarlas y aprovecharlas. No sólo alegrará el corazón de otros y el nuestro propio, sino que será el mejor antídoto para la envidia.
¡Shavua tov!
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Somos Deivy Barrios y Natalia Lara, casados desde el 2016, padres de 3 pequeños y comunitarios de Yovel.