Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado.

Por: Martha Tarazona

El eterno nos llevará a la mas hermosa de todas las tierras, donde fluyen productos no adulterados como la leche y la miel, los cuáles no han podido ser fabricados hasta hoy por manos humanas.

En la lectura de la Brit Hadashá de la parashá Nitzavim, en Romanos 10:13 se relata la salvación, la cual viene al reconocer e invocar el nombre del Señor. “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.

El mensaje central de la salvación es que cada persona pueda reconocer a Yeshúa en su vida y esto debe hacerse con una confesión audible como lo dice la palabra: “Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que, si confesares con tu boca que Yeshúa es el Señor, y creyeres en tu corazón que Di-s le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” [Ro. 10:8-10].

Este momento de reconocimiento del salvador, hace que un ser humano pase de ser creación a ser hijo de Di-s. Esta oración debe ir acompañada del arrepentimiento de los pecados y estar dispuesto a iniciar un proceso de cambio, de limpieza y de
acercamiento al padre.

Yeshúa hablaba por parábolas; en las parábolas, tanto de la oveja perdida, como de la moneda perdida, en el libro de Lucas, dice que cuando un pecador se arrepiente hay gozo en el cielo, es decir que los ángeles celebran por cada persona que libremente entrega su vida al Señor. “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Di-s por un pecador que se arrepiente” [Lc. 15:10].

El ser salvo, es para vida eterna, en el cual existe un libro que tiene escrito los nombres de las personas que han reconocido a Yeshúa como su salvador.

“No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” [Ap. 21:27].

No obstante, la salvación no es solo la certeza de que nuestros nombres estén escritos en el libro de la vida; sino el hoy y ahora. Al recibir a Yeshúa; recibimos todo lo que Él
es, y lo que significa el sacrificio que hizo por cada uno de nosotros. Es decir que
cuando una persona reconoce a Yeshúa:

  • Acepta que tiene entrada al padre, por medio de su sangre; es decir hay un
    intermediario, por el cual la persona puede presentarse delante de Dios padre.
  • Acepta que sus pecados son perdonados, por el sacrificio de Yeshúa, y no solo sus pecados, sino los pecados generacionales, hasta la segunda, tercera y
    cuarta generación.
  • Acepta que toda iniquidad y rebelión es perdonada. “Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por
    azotado, por herido de HaShem y abatido. Mas él herido fue por nuestras
    rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él,
    y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como
    ovejas, cada cual se apartó por su camino; más HaShem cargó en él el pecado
    de todos nosotros” [Is. 53].
  • Acepta que por su llaga fuimos nosotros sanados, es decir que, si hay
    alguna enfermedad en su vida, Él es soberano porque venció en el madero la
    enfermedad y la muerte. “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y
    sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al
    que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo, y librar a todos los que por
    el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” [Heb.
    2:14-15
    ].
  • Acepta que Él tiene el poder para romper las cadenas de toda cautividad en
    su vida y que lo gobierna todo, nada se sale de sus manos; por lo tanto, tiene el
    poder y la autoridad para ayudarte en las cosas que crees imposibles o difíciles
    de lograr, alcanzar o superar. “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia
    conforme a la medida del don de Mashíaj. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto,
    llevó cautiva la cautividad, Y dio dones a los hombres. Y eso de que subió, ¿qué
    es, sino que también había descendido primero a las partes más bajas de la
    tierra? El que descendió, es el mismo que también subió por encima de todos
    los cielos para llenarlo todo” [Ef. 4:7-10].
  • Acepta que es anulada toda acta de decreto en contra de su vida, y que el
    enemigo está vencido. “Y a vosotros, estando muertos en pecados y en la
    incircuncisión de vuestra carne, os dio vida juntamente con él, perdonándoos
    todos los pecados, anulando el acta de los decretos que había contra nosotros,
    que nos era contraria, quitándola de en medio y clavándola en la cruz, y
    despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente,
    triunfando sobre ellos en la cruz” [Col. 2:13-15].
  • Acepta que el sacrificio de Yeshúa, no es solo por su vida; sino por la vida
    de su familia, parientes cercanos, lejanos y por toda la humanidad. Ya que
    Yeshúa, murió para congregar en uno solo; es decir para unir, a todos los que
    estaban dispersos.  “Esto no lo dijo por sí mismo, sino que como era el sumo
    sacerdote aquel año, profetizó que Yeshúa había de morir por la nación; y no
    solamente por la nación, sino también para congregar en uno a los hijos de Di-s
    que estaban dispersos” [Jn. 11:51-52].
  • Entender que somos discípulos de Yeshúa. Así que, es un camino que
    requiere entender qué es lo que recibimos al reconocer a Yeshúa en nuestra
    vida, y no solo el poder que esto tiene en cada creyente; sino que igualmente debemos dar; por ejemplo, la palabra dice que si lo conocemos a Él y permanecemos en su palabra somos sus discípulos. “Dijo entonces Yeshúa a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; [Jn.8:31].
  • Si nos consideramos discípulos de Yeshúa hay un mandato para los
    discípulos: “Habiendo reunido a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad
    sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades. Y los envió a predicar el
    reino de Di-s, y a sanar a los enfermos. [Lc. 9:1-2]. El mandato que tenemos los
    seguidores de Yeshúa es:
  1. Echar fuera demonios.
  2. Sanar enfermos
  3. Predicar el reino de Di-s

Echar fuera demonios y sanar enfermos.
Quien nos da el poder y autoridad, para echar fuera demonios y sanar enfermedades,
es el Espíritu santo o el Ruaj Hakodesh, que Yeshúa nos dejó cuando él murió, esta
era la promesa del padre: “Y estando juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén,
sino que esperasen la promesa del Padre, la cual, les dijo, oísteis de mí.  Porque Juan
ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu
Santo dentro de no muchos días” [Hec. 1:4-5].

“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios;
hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa
mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán” [Mr.
16:17-18
]

Predicar el reino de Di-s
Cuando verdaderamente somos discípulos de Yeshúa y permanecemos en su palabra,
la misión que tenemos es predicar a otros que se arrepientan porque el reino de los
cielos se ha acercado, como predicaba Juan el Bautista, Yeshúa, los discípulos y los 70
que envío Yeshúa a predicar [Lc. 10:9] y como debemos predicar nosotros si realmente
somos sus discípulos.

¿Cuál es el evangelio del reino, que debemos predicar? Que Yeshúa viene pronto a
reinar, y que debemos estar preparándonos para recibir al rey, y llevando a otros a que
se arrepientan porque el reino de Di-s está cerca, para que no se pierdan sino tengan
vida eterna.

Amigo lector; en conclusión, el primer paso para ser hijo es reconocer a Yeshúa en
nuestra vida y tener la certeza de que nuestro nombre esté escrito en el libro de la vida.
Entender que al tener a Yeshúa, tenemos todo lo que significó su sacrificio en el madero y todo el poder que tiene su sangre. Entender que no solo es la esperanza de la vida eterna, sino es el hoy y ahora. Ser conscientes de que tenemos un rol en este mundo físico y es predicar el evangelio del Reino, es decir que nuestro Mesías Yeshúa viene pronto y debemos predicar a otros “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado”.

Shavua Tov.

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Martha Patricia Tarazona Díaz. Ph.D.

Miembro de la comunidad Yovel, Dra. Ingeniería de Alimentos. “Nada tenemos que no hayamos recibido” [1 Cor. 4:7]